1. Hay cosas que nunca cambian


    Fecha: 25/05/2023, Categorías: Infidelidad Autor: Berni, Fuente: CuentoRelatos

    ... salió del trabajo, se dirigió a casa, se cambió de ropa y se acicaló, después se miró al espejo y se gustó, respiró hondo y salió de casa dirigiendo sus pasos hacia la cafetería sin saber exactamente lo que iba a decir o a hacer y se dejó llevar por la espontaneidad. Cuando llegó, agradeció que no hubiese mucha gente en el local. Jordi estaba en la barra y la reconoció enseguida. Una corta y brillante melena castaña se posaba sobre sus hombros. Iba con unos pantalones vaqueros de cintura baja ajustados que insinuaban el contorno de sus caderas. Un suéter corto mostraba su ombligo en un vientre plano que le daba una apariencia de lo más sexi. El suéter mostraba también un escote sugerente que captaba las miradas masculinas, y por encima, una cazadora de cuero negra abierta remataba su vestimenta y, por supuesto, montada en unos zapatos de tacón alto que estilizaban su figura. Con todo ese arsenal, Jordi la repasó de arriba abajo con una mirada libidinosa que no le pasó inadvertida a Carmen.
    
    —Hola Jordi —le saludó.
    
    —Carmen —exclamó en un caluroso saludo—. Cada día estás más buena.
    
    —Gracias por el piropo Jordi.
    
    —No es un piropo, joder. Es la verdad. Estás de muerte —le dijo obnubilado sin dejar de mirar su escote.
    
    —¿Trabajas aquí? —le preguntó Carmen.
    
    — Bueno, trabajo y soy el dueño. Hace unos meses que cogí el traspaso con otro socio. De momento no me puedo quejar.
    
    —Me alegro por ti.
    
    —¿Al final acabaste la carrera? —se interesó Jordi.
    
    —Sí. Después me ...
    ... puse a trabajar en un colegio y ahí sigo. ¿Y tú acabaste?
    
    —Qué va. Después de aquel año me puse a currar. Mi padre me dijo que se había acabado vivir del cuento. Que él no iba a seguir pagándome la carrera y me puse a trabajar en una fábrica con la intención de costeármela yo, pero la verdad es que me di cuenta de que estudiar no era lo mío. Poco después me fui de casa. No nos llevábamos demasiado bien. Desde entonces he ido de aquí para allá. He sido un culo de mal asiento, para qué negarlo.
    
    —¿No te has casado?
    
    —Sí. Me casé, pero aquello no duró ni un año. Ya me conoces.
    
    —Sí —afirmó con una sonrisa.
    
    —¿Y tú qué? Felizmente casada y con dos hijos.
    
    —Así es.
    
    —Me alegro por ti, aunque si te soy sincero, por mi experiencia, el matrimonio es una mierda.
    
    —Ya, pero porque tú siempre has sido un cabra loca.
    
    —Bueno, tú no eras precisamente Santa Lucía.
    
    —Eran otros tiempos.
    
    —Pues echo de menos esos tiempos, ¿tú no?
    
    —A veces.
    
    —Después de verte tan formal, no creí que vinieras, aunque tenía la esperanza de que sí.
    
    —Me ha costado mucho tomar la decisión.
    
    —Pues me alegro de que la tomaras. Desde que viniste el otro día no he dejado de pensar en ti y en los polvos que echábamos.
    
    —¡Qué tiempos! ¿No?
    
    —Ya te digo. ¿Te apetece que te enseñe el local?
    
    —¿Ahora?
    
    —Sí.
    
    —¿Y tu trabajo?
    
    —Ahora le digo a mi socio que se encargue él. A estas horas no viene mucha gente.
    
    —¿Y qué dirá tu socio?
    
    —Nada. Es una tumba —dijo quitándole hierro ...
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