1. Vacaciones en Cullera


    Fecha: 24/05/2023, Categorías: Infidelidad Autor: Gargola, Fuente: CuentoRelatos

    Todos los años, en el mes de agosto alquilamos un apartamento en Cullera, alejados del bullicio. Está ubicado más allá del faro. Para quienes conozcan la zona, —como ya saben— esa área no está tan masificada y el exceso de gente no es un problema, puesto que es una zona residencial más allá de la ciudad.
    
    Nosotros solemos bajar a la playa de buena mañana, cuando hay poca gente y los rayos del sol son menos dañinos. Después, por la tarde, lo mismo. No me gusta ponerme negra como el tizón.
    
    Hoy, al mirar al horizonte y contemplar la vasta extensión de agua, la superficie se asemeja más a un gigantesco recipiente de aceite, que al agua del mar. No hay olas, excepto las pequeñas que rompen con timidez en la orilla, producto de la dirección del viento que es de poniente, y eso precede a un día que va a ser tremendamente bochornoso.
    
    Después de extender las toallas en el suelo nos colocamos la crema protectora y mi esposo se tumba boca abajo para retomar el sueño que le fue interrumpido por mis ansias de un sexo mañanero. Pienso que es la mejor forma de empezar el día, después de haber liberado endorfinas porque te ayuda a afrontarlo con energía y positividad.
    
    Viéndole, cualquiera diría que no ha dormido en toda la noche. Me quito la parte de arriba del bikini, no me gusta que se me queden las marcas del sol, y mientras me aplico la crema protectora, caigo en la cuenta de que dos jóvenes no pierden detalle de mis frotamientos, o de mis pechos, o más bien, de ambos. Yo ...
    ... sigo a lo mío hasta que vuelvo a levantar la vista y compruebo que siguen escrutándome, incluso diría con cierto descaro, por lo que vuelvo a mi tarea intentando no hacer demasiado caso de sus indiscretas miradas, hasta que considero que mi piel ya ha absorbido la crema. Entonces lanzo una última y furtiva ojeada comprobando la insistencia de los jóvenes de las hormonas revueltas. Me doy la vuelta y me pongo boca abajo imitando a mi esposo. Me siento observada, pero intento pasar del tema. Abro la página del libro donde lo dejé la noche anterior y retomo mi lectura.
    
    No soy de las que puede estar horas tumbada al sol. Yo necesito levantarme de vez en cuando, darme un baño y atemperar mi piel, así que le digo a mi marido que voy al agua y él responde con un gruñido, pero sin interrumpir su sueño, ni tan siquiera hacer mención de levantar la cabeza. Antes de incorporarme vuelvo a colocarme la parte de arriba del bikini porque no me apetece que a mis admiradores les caiga la baba mientras camino hasta el agua, y cuando me llega a la altura de las caderas, me doy la vuelta y observo a mis seguidores oteando el horizonte, es decir, a mí.
    
    Al salir del agua regreso sobre mis pasos hasta mi toalla, y pese a que a todas las mujeres nos gusta que nos miren, estoy empezando a sentirme acosada por los dos jóvenes. Deben rondar entre los veintiocho o treinta, no sabría decir. Esta vez no me quito el sujetador. Pienso que ya se han deleitado bastante examinando mis atributos, incluso ...
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