1. Tanto tiraste de la cuerda que al fin se cortó


    Fecha: 06/02/2023, Categorías: Infidelidad Autor: suruminga, Fuente: CuentoRelatos

    ... podían ser superficiales o serios pero tocados con profundidad y sentido crítico. En esas conversaciones de larga duración, sin haberlo hablado o puesto de acuerdo, ambos éramos conscientes del juego que se desarrollaba entre Pablo y Rita y los dos observábamos de soslayo su lento y perseverante progreso. Los simples roces se fueron convirtiendo en caricias, brazos que se despegan del cuerpo indicando que la mano se dirige a la falda de quien está sentado al lado, súbitas desapariciones de uno o dos minutos de duración.
    
    Un sábado atrás fuimos a cenar a la casa de ellos y lo que sucedió era previsible. La costumbre hace que bajen las precauciones y se tense la cuerda más de lo aconsejable. Tres factores confluyeron para que las simples sospechas se transformaran en casi certeza.
    
    El indicador de alerta se activó cuando las súbitas desapariciones aumentaron en cantidad y duración.
    
    Al llegar a casa ella entró directa y rápidamente al dormitorio mientras yo desconectaba la alarma y controlaba las aberturas. Cuando fui a nuestra habitación la puerta del baño estaba cerrada por lo cual me imaginé que quizá estaba con alguna urgencia intestinal, pues ella en verano, ni para bañarse la cierra. Salió ya vestida con camisón y ahí entré yo, y lo primero que vi fue su bikini recién lavada colgada de una llave de la ducha. Era parte del conjunto que había dejado sobre la cama para vestirse después del baño y antes de salir para la cena. Ante eso el indicador de alerta se puso ...
    ... amarillo.
    
    Lo usual después de las reuniones de los sábados era que ella llegara a la cama con un notable estado de excitación. Yo intuía que se debía al acoso de Pablo en esas cortas desapariciones y cuyo beneficiario era yo, pues se corría hasta tres veces antes de mi eyaculación. Esa noche, cuando salí del baño, Rita estaba vuelta hacia su mesa de luz y con el velador apagado como si estuviera durmiendo. Decidido a despejar la espantosa duda me arrimé abrazándola, comenzando las caricias sobre las tetas y la conchita que preanunciaban mi deseo. Cuando me dijo que la dejara, pues no tenía ganas, el indicador se puso en rojo y activó la alarma.
    
    Con el entendimiento nublado por la bronca la puse boca abajo, con la mano izquierda le aplasté la cabeza contra la almohada y en el momento en que, espantada, me preguntaba si estaba loco, clavé con fuerza mi rodilla entre los muslos que mantenía juntos y apretados. Sin hacer caso al grito de dolor me puse entre las piernas, y de un solo golpe le metí tres dedos en la vagina reseca y el pulgar en el recto, diciéndole que lubricara rápido porque de lo contrario iba a quedar en carne viva. El violento movimiento de entrada y salida lo detuve después de un buen rato, cuando sus gritos de dolor dieron paso a un llanto convulso.
    
    La dejé llorando en posición fetal y como el sueño iba a tardar en llegar por el odio que me dominaba, encendí la luz de mi lado y el televisor. Luego de buscar en la cocina algo fresco que tomar estuve ...
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