1. El regalo. Un antes y un después (Vigésima novena parte)


    Fecha: 27/01/2023, Categorías: Infidelidad Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos

    ... trato. ¡Todas para uno y uno para todas!
    
    Martha volvió a mis brazos pero después de mirarme coqueta, se dio vuelta y por la espalda de mi esposa, adelantó sus brazos para perderlos en el medio de aquella bailarina pareja. En un santiamén, la tela de los laterales de la blusa semitransparente de Silvia se abrieron a los costados y los dedos de Martha terminaron la labor de vencer la timidez, pinzando con ternura la gasa y por los brazos la deslizó. Faltaba liberar las manos de aquellas arrugadas mangas y con la colaboración final de su esposo, mi mujer quedó cubierta apenas por su sostén, semidesnuda para él.
    
    Yo me acerqué también y besando por un lado el cuello de mi esposa, con una sola mano bajé la cremallera de su minifalda de piel sintética y sacándosela por los pies, con cuidado la acomode sobre un brazo del sillón cercano. Hermosa visión del culo de Silvia para mí, le obsequié un beso húmedo en cada redondez de carne suave y bronceada. Silvia se dio vuelta y me abrazó, para en medio de un amoroso beso, seguir bailando conmigo otro vallenato, ella apoyando su cabeza de medio lado y yo apasionado saboreándome la humedad de sus labios.
    
    Celestial fue aquel momento en que sentí las manos de Martha acariciar mis mejillas, abrir mis ojos para verla acercar su boca a la mía y degustar la humedad de mi lengua, absorbiéndola con ansiedad y luego Silvia, –con Hugo por detrás desabrochando su brassier– con decisión liberó el torso de Martha de aquel rosado top, ...
    ... sacándoselo por encima de la cabeza. Los cuatro rosados pezones embravecidos a mi visual alcance, el derecho de Martha contra mi costado izquierdo y el zurdo de mi esposa, un poco más debajo de mi tetilla derecha, excitándome tan pegadas a mí, el izquierdo de Martha refregándose contra el diestro de Silvia, intentando seguir con nuestro acompasado baile pero con verdaderas ganas de iniciar ya, algo más. Luego di la vuelta a Silvia, enfrentándola con su jefe, entregándosela por fin con mi consentimiento, para que se deleitara con sus turgentes tetas liberadas, el gris de sus ojos, hasta que con su velluda mano, hizo posesión de aquella suave piel y se besaron con ansias.
    
    Olvidándome de Silvia un instante, con mis celos ya sometidos y el pudor disipado entre los cuatro, introduje mis manos por el talle alto del firme vientre y a cada lado de sus caderas, me arrodillé ante Martha, jalando hacia abajo el licrado leggins albo y sin apuro, poco a poco, mirando el acaramelado color de sus ojitos de miel, la despojé por sus tobillos de aquella frontera. La última, su tanguita blanca perfumada de su aroma de mujer excitada, la dejaría yo para después. Ahora sí, nuestras mujeres estaban en igualdad de condiciones y de natural desnudez, dispuestas ellas y con muchas ganas los dos.
    
    Silvia empujó a Hugo hacia el sofá, desabotonándole la camisa azul y Martha a mí me obligó a sentarme en un sillón, –encorvada un poco– liberándome de la prisión del cinturón de mi pantalón. Las dos empeñadas en ...