1. La mujer del vecino


    Fecha: 26/11/2022, Categorías: Confesiones Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... besándola tiernamente la dejé quedarse dormida entre mis brazos – agotada como estaba por los recientes orgasmos no tardó ni cinco minutos - mientras yo esperaba pacientemente.
    
    Al cabo de un rato, cuando constaté que su sueño era profundo, me levanté sigilosamente para marcharme, me vestí, copié su número de teléfono haciendo desde su terminal una llamada perdida al mío, y finalmente, tras tirar del edredón hacia atrás y deleitarme con la vista de mi vecina toda desnuda y espatarrada en su lecho conyugal, con mi semen blanquecino escurriéndose de los sonrosados labios de su coño, y aún visible en su cara la expresión sonriente y relajada de mujer recién follada, le saqué sin que se diera cuenta una foto– era mi seguro para que nunca se le ocurriera contar a nadie, y menos a mi mujer, lo que acababa de ocurrir- que a continuación compartí con ella vía bluetooth. Luego me marché sigilosamente, y ya desde la calle la llamé desde un teléfono público y le dije
    
    - Clara, como tú has dicho lo nuestro es imposible y no debe volver a repetirse. Te he dejado una foto para que te sirva de recuerdo de nuestro desliz, pero también de advertencia. Si le cuentas a alguien lo que ha ocurrido le haré llegar la foto a tu marido y a los vecinos, pero sé que ni tu ni yo queremos eso y sabremos ...
    ... mantener en secreto lo ocurrido…
    
    Ella, al principio medio adormilada, intentó luego hacerme ver que podíamos volver a vernos, que ella sería discreta, que nadie se enteraría de lo nuestro… pero como físicamente no me atraía demasiado y mi interés al follármela ya estaba cumplido me negué en redondo. Pese a que un par de veces que volvimos a coincidir a solas en el edificio intentó hacerme cambiar de idea me mantuve cortés pero firme en mi negativa, y acabó resignándose. Para finalizar aclararé que nunca le hice saber al cornudo que me había tirado a su mujer – no le quería ningún mal, y de haberlo sabido el muy cabrón se hubiese divorciado, o le hubiese pegado, o qué se yo-, y que en adelante nos sonreíamos cuando coincidíamos en el garaje, en el portal o en el ascensor – él suponiendo que me había achantado ante él y ufano de no haberme pagado la factura del taller, y yo imaginándome su cornamenta y a su mujer convertida en una putita en mis manos-. No volvimos a chocar más, y al cabo de un año mi esposa y yo decidimos comprar un piso más grande y cambiamos de localidad de residencia. No volví a ver al cornudo, pero por si además de fanfarrón es pajillero y lee este relato que sepas José que a mí el seguro me pagó el arreglo del coche, pero a ti nadie te podrá afeitar los cuernos jamás. 
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