1. Susana y Papá Noel


    Fecha: 26/11/2022, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... paquete que ansiaba y, sosteniendo su contenido en mis manitas, me lo quedé mirando, con laminería. Santa Claus apretó los dientes. Yo acerqué la cara a mi juguete y empecé a paladearlo con la lengua, como si fuera una rica piruleta. A Santa Claus le hechizaron las cosquillas que yo le hacía y su miembro, que era muy grande, creció rápidamente de volumen.
    
    Embadurné de saliva los genitales de Santa Claus, desde el glande a los testículos. Él, mientras tanto, me acariciaba la cabecita y jugaba distraídamente con mis coletas. Cuando aquel saco de hombría estuvo duro, lo interné en mi boquita y empecé a chupetearlo, sin usar los dientes. Papá Noel suspiró, evadido del mundo entero. Mastiqué mi regalo navideño, satisfecha. Papá Noel se excitó tanto que temió terminar pronto y, arrebatándome su juguete, me previno:
    
    -“Quiero metértela toda”.
    
    Me incorporé, dándole la espalda, de rodillas sobre el taburete de cuero del probador. Santa Claus se abrazó a mí, desde atrás, y me besó en el cuello. Sin frenarse, me subió la minifalda a las caderas y se hundió dentro mí. Noté su polla caliente en mi interior y me encantó. Cuando Papá Noel empezó a moverse, aplasté mi cara contra el espejo del probador y ronroneé, mimosamente. Podía ver a través del espejo la figura rechoncha del viejo Santo del Polo Norte, ataviado con su traje color Coca-Cola y con su gorrito navideño; sentía sus fuertes embates dentro de mí; escuchaba el lejano ruido de una caja registradora, las voces ...
    ... indescifrables de varias personas que charlaban lejos, la agitada respiración del agobiado viejo de barba blanca, los villancicos que servían de música ambiente en el centro comercial; olía el aroma a naftalina que impregnaba el aire del cuarto probador, un aroma que mezclado al del sudor del agitado Papá Noel -a quien le sobraba toda la ropa- se tornaba embriagador.
    
    Mientras mis amigas (Sandra y Pepa) hacían cola ante la caja registradora de la sección de música, una planta más abajo, yo continuaba arriba, en un probador de la sección de ropa infantil deportiva, con aquel falso Santa Claus, que me taladraba con su sexo sin contemplaciones. Al ritmo del famoso villancico “Veinticinco de Diciembre”, el trote del Santo de Bari se trocó en galope. Empecé a gemir, muy complacida, y, como lo hacía cada vez más alto, Santa Claus me tapó la boca con una mano para que no nos oyeran.
    
    Cansado por su prolongado esfuerzo, Santa Claus se las arregló para acomodarse sobre el asiento de cuero negro del probador, sin salir de mí. Quedé sentada sobre su erección, ensartada, como quien dice, de espaldas a él. Entonces, empecé a moverme yo, primero con lentitud pero acelerando luego, más y más.
    
    Mis amigas pagaron lo que habían comprado en la sección de música y, al no verme, me empezaron a buscar por toda la tercera planta. Pepa me envió un mensaje al móvil, pero no obtuvo respuesta.
    
    Eran las Dos de la tarde y, aunque el centro comercial no cierra a mediodía, empezaba a vaciarse. La gente ...
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