1. Romper la rutina, dos pendejas de regalo


    Fecha: 17/11/2022, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Nazareno Cruz, Fuente: CuentoRelatos

    ... movimiento de mi cuerpo, entro en ella y acabo dentro de la boca. ¡Qué acabada!
    
    - Qué rica lechita, que calentita, saladita. Me gustó.
    
    Quedé laxo, disfrutando del calor de la boca de Selva, solo se sacó el miembro de la boca para dar las gracias y poder tragarla. El calor de la boca y las caricias de la lengua la mantuvieron en activa erección. Su calentura y mis revitalizados cuarenta abriles me pusieron al palo como si nada hubiera pasado.
    
    La saco encima de mí y me colocó entre sus piernas, sobre mis hombros, y con pocas sacudidas se la mando toda dentro, se quejó un poco del dolor, pero sus ganas podían, necesita garche. Está toda dentro, se estremece, vibra, gemidos y jadeos reprimidos. Hago un movimiento como para sacarla, lo impide apretándome cuanto puede, también los músculos de la vagina se cierran entorno al choto, nos movemos acompasadamente.
    
    - Ah, ah, otra vez, estoy llegando de nuevo! Me susurra al oído.
    
    Sigo empujando mientras acaba, ahoga sus gemidos contra mi pecho, estoy próximo a terminar, y no tengo preservativo colocado, no hago a tiempo a buscarlo, se la saco, me arrodillo y acabo sobre las tetas, no pude llegar a su boca, se la esparce con su mano sobre los pezones.
    
    Sentí el alivio de haber cumplido y saciado en parte la calentura, ahora todo volvería a su sitio, pero nada sucedió como pensé. La calma nos duró poco, las manos inquietas buscando el sexo del otro, el beso de lengua enciende la hoguera.
    
    El placer de cogerla estaba ...
    ... condicionado por el temor permanente de que la hermana se despierte y me cree un problema mayúsculo, pero la muchacha tenía una voracidad sexual imposible de calmar. Se la volví a poner, menos ansiedad y tan silenciosos como podíamos, se tendió boca abajo y se la mandé desde atrás, ensartada hasta el mango, nos cuesta evitar los ruidos, por suerte no demora mucho en venirse, ahoga los jadeos en la almohada.
    
    El peligro a ser descubierto genera una dosis extra de adrenalina, ésta me pone fuera de onda, me hace perder el sentido del peligro, el frenesí de la cogida me hace ensartarla con mucha vehemencia.
    
    Montado en ella, le permito moverse y acabar cuantas veces quiera. Le metí uno y luego dos dedos dentro del ano, se molestó pero no podía gritar.
    
    - Qué quieres? No estarás pensando en...
    
    - Sí, y no hagas ruido, está tu hermana…
    
    - Con cuidado, me dijeron que duele bastante.
    
    - No te puedo acabar en la conchita, dónde quieres que me venga?
    
    - Que sea en mi colita, por favor, despacio.
    
    Con más urgencia que deseo, se la apoyé en el esfínter, la calentura exige, sin demasiada preparación se la mandé, despacio pero hasta el tope. La voy guiando, hablándole en voz baja, al oído, recordándole relajarse para evitar el dolor inicial. Empujo y espero, empujo y espero, lo suficiente para que su ano se acostumbre al intruso. No sé cuánto duró, pero con paciencia fue tolerando el pedazo que se le adentraba en ella.
    
    Mitigaba su dolor con besos en el cuello, toma aire con ...