1. Romper la rutina, dos pendejas de regalo


    Fecha: 17/11/2022, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Nazareno Cruz, Fuente: CuentoRelatos

    Cuando se carga con varios años de casado en el debe de la vida, y se llega al balance final de la gestión, la rutina suele ser casi siempre el saldo deudor de nuestro porvenir.
    
    Con el síndrome de los cuarenta realicé el balance de la gestión como individuo. La rutina diaria, es como la cizaña a los sembrados. Cómo erradicarla: Rompiéndola. Cómo romperla, buscando nuevas alternativas.
    
    Eso fue precisamente lo que me propuse, dar un nuevo impulso a mi vida, retomé el hábito de ir a pescar, cazar, y otras actividades similares los fines de semana.
    
    Un par de días antes había tenido un encuentro con un primo, al que hace tiempo no tenía noticias, luego de tomarnos unas copas me invitó a que fue de visita por su campo, sabiendo que soy aficionado a la caza me invitó que fuera a cazar liebres o pescar en el río aledaño. Se lo propuse a mi amigo, cargamos todos los elementos para pasar el fin de semana.
    
    Me había indicado que el mejor lugar para la caza era ir al puesto de la estancia que estaba en Guerrero, sobre el río Salado y cercando a la ruta 2. Después de recorrer 200 Km. Llegamos al lugar indicado. La gente del puesto había sido anoticiada que llegaríamos, al llegar nos reciben con la cordialidad y simpleza de la buena gente de campo.
    
    En el puesto estaban el encargado, don Pedro, su esposa, la cuñada de él y tres hijos, dos muchachitas y un jovencito. El puestero, hombre bien de campo de unos sesenta años, casado con la Ernestina de menos de cuarenta, ...
    ... Paula, cuñada, Javier el hijo varón, Laura y Selva eran las florcitas de 18 y 19 años que engalanaban con bulliciosa alegría la vivienda.
    
    La vivienda no era muy amplia, solo tres habitaciones, la del matrimonio y otras dos, una para el varoncito y la tía y otra para las niñas. De entrada no más el ambiente fue de lo más agradable. Como no era cosa de ponerlos en gastos, como primera medida, decidí ir al pueblo cercano a realizar las compras para nuestra estancia en la casa. Me acompañaron, riendo todo el tiempo las dos jovencitas.
    
    Durante el trayecto, la mayorcita, Selva iba a mi lado y con cualquier excusa se frotaba la pierna contra la mía, en un momento como al descuido hasta posó su mano sobre mi pierna y llegó a tocar, como al pasar, a mi masculinidad. Como en estudiado descuido se miró en mis ojos, como para comprobar el resultado obrado, entre sorprendido y gratificado respondí con gesto cómplice sonriéndole.
    
    Descargamos las compras, nos llevamos dos perros y nos fuimos a recorrer el campo hasta bien entrada la tarde. Regresamos cansados y con el magro botín de tres piezas nada más, lo que causó la bromas y chanzas de las mujeres de la casa, al final terminamos todos riendo. La señora nos miró como estábamos y dijo:
    
    - Tendrán ganas de ducharse?
    
    - Y..., sí, dijimos a dúo.
    
    - Vengan, dijo la señora y nos indicó el camino.
    
    Se duchó mi amigo, luego fue mi turno. Con el jabón aún metido en los ojos, a tientas busco la olvidada toalla. Llamé a Daniel, para ...
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