1. El regalo: Un antes y un después (Sexta Parte)


    Fecha: 29/09/2022, Categorías: Infidelidad Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos

    ... perro, tras él, apurado el dueño por alcanzar la velocidad necesaria del trotar de sus cuatro patas, pasando por el lado de un borracho que se hallaba sentado en la esquina, y en la mano de este caído en batalla, aferrada una botella de desconocido licor. Transcurría la vida, normal para muchos, diferente para mí, el segundo día de aquel julio.
    
    Finalmente atravesé las avenidas y la ciudad, de un punto cardinal hasta el otro. Muy temprano, todo solitario aún. Apagué el motor, la música dejó de sonar. Y sin embargo en medio de tanto silencio, al dejar de funcionar las cosas, yo seguía llorando. Me bajé del auto sin prisas pero con ganas de fumar. En mi bolsillo una arrugada cajetilla, dentro tan solo uno. Afuera en mis ojos la salina precipitación continuaba y levanté mi mirada, Madrid y su cielo, teñido de gris plomizo. Negros nubarrones presagiaban un día de tristes aguaceros.
    
    Al buscar mi encendedor en el bolsillo de mi pantalón, vi acercarse hacia mi a María, la vigilante, que a esas horas tal vez, acababa de recibir la guardia.
    
    —Buenos días don Rodrigo. ¿Le han quitado las frazadas muy temprano? —Me preguntó sonriente.
    
    —Eso parece, le dije. —Apartando el llanto de mi rostro–. Y posteriormente, dándole fuego al enrollado tabaco.
    
    —Señor Cárdenas, disculpe usted… ¿Está llorando? ¿Le sucede algo malo?
    
    La miré de soslayo, sin levantar mi cabeza. María era una mujer bajita, ancha de cuerpo, cara regordeta, mejillas siempre rosadas y una voz aniñada. Ojos ...
    ... redondos y como siempre, delineados con gruesas líneas negras, resaltando su circular contorno.
    
    —Creo que me he resfriado. Eso solo eso. –Le dije finalmente–. Pero entonces ella se quitó su acolchado abrigo y me lo alcanzó.
    
    —Tome, colóquese esto que está haciendo frío y será peor. —Y caí en cuenta lo que mi madre tantas veces me advertía. –«De quien menos esperas, recibirás refugio y consuelo»–.
    
    —¿Le traigo un cafecito? ¿Para que acompañe el cigarrillo? —Sería un detalle de fina coquetería. —Le respondí. —¿Con una de azúcar?–. Con dos por favor, si no es mucha molestia.
    
    Bebí ese café con ganas, le di espaciadas caladas al cigarrillo, intentando infructuosamente que no se terminara. Pensaba en Silvia, me atropellaban aquellas imágenes de ella dentro de aquel auto y esa demorada despedida. A esas tempranas horas ya mi esposa habría leído la carta que le había dejado encima de la mesa. La imaginaba angustiada, temerosa y pensativa. Ella con sus remordimientos o con las verdades que yo no podría soportar. Fueron pasando los minutos y empezaron a llegar los compañeros de trabajo.
    
    Mi jefe estacionó su auto al lado del mío. Nos saludamos estrechando las manos. Me miró y fue a decirme algo, pero al final se contuvo y prosiguió hacia la entrada. Yo seguía allí de pie, sin ganas de nada recostado sobre el lateral de mi coche. Saqué mi celular para revisar las llamadas por si tuviera yo alguna perdida de mi esposa, la noche anterior. Ninguna, tampoco mensajes de audio, ...
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