El viejo conserje (Capítulo III) - Relatos Eróticos

El viejo conserje (Capítulo III)

... poder hacer algo para aliviarlos? –dije mientras le desabrochaba la camisa.

-Si el picor está en tus pezones, ¿para qué necesitas quitarme la camisa? –preguntó con voz excitada.

-Pues porque mientras te encargas de ese asunto, mis dedos se entretendrán enredándose en los pelos de tu pecho y si te portas bien, tal vez te premie con unos besitos al pequeño Filomeno –dije seductoramente y reafirmé mi ofrecimiento presionando su ya duro pene con mi mano.

-Sabes bien que no es pequeño y si sigues excitándolo lo pondrás tan duro y gordo que ni tu boca será capaz de cobijarlo.

-Pero mi vagina sí puede –lo jalé y su miembro chocó con mi pubis– hace un rato la dejaste muy mojada y dolida, así que tienes que compensarla.

-Siendo así –levantó mi falda y me quitó las bragas- ¿le parece a mi mujer si empiezo a disculparme con su vagina? –su ronca voz y su intenso calor corporal me hicieron soltar un gran gemido– supongo que eso es un permiso.

Luego de eso ya no hablamos. Nos sumergimos en un mar de pasión salvaje tan intensa que nos olvidamos del tiempo. Su trabajo se retrasó por lo menos hora y media, y agradecí que el peso del apellido Rivas fuera tan grande que nos salvó no sólo esa vez, sino varias veces más.