1. Una evidente y perjudicial desproporción


    Fecha: 15/01/2022, Categorías: Infidelidad Autor: suruminga, Fuente: CuentoRelatos

    ... viendo una película, quedando libre solo un sillón. Los demás estaban ubicados en semicírculo frente a la pantalla.
    
    - “Preciosa, sentate en mi falda, que tengo ganas de aprovecharme de vos, llevo mucho tiempo sin pareja”.
    
    - “Ni se te ocurra probarlo o vas a ver lo que son mis uñas abriendo surcos”.
    
    - “No me digas así, lo que más deseo ahora es probarte”
    
    - “Asqueroso”.
    
    - “Nada de aqueroso, estoy convencido y apuesto lo que sea, que sos deliciosa”.
    
    - “Basta, ubicate de una vez que me quiero sentar”.
    
    Lo hizo a través, su espalda contra un apoyabrazos mientras sus piernas colgaban del otro. Algunos minutos después de estar enfrascados en la proyección, se dio vuelta mirándome seriamente.
    
    - “Qué es eso duro que siento en la divisoria de mis nalgas?”
    
    - “Mi pene”.
    
    - “Y no te da vergüenza?”
    
    - “Querida, con treinta y ocho años, teniendo en mis faldas una mujercita muy deseable, si mi pene permanece dormido, entonces sí, sentiría la más grande de las vergüenzas. Pero no, ha reaccionado bien, estoy contento porque mi fisiología es la de un hombre normal y, además, lo estoy disfrutando muchísimo. Por favor, alegrale la vejez a este anciano“.
    
    - “Sos un falso, un anciano solo endurece una longitud de cinco centímetros, y esto que me roza las dos rajaduras, duro como una piedra, es respetablemente mayor”.
    
    - “De todos modos, demostrá sensibilidad con alguien que peina canas”.
    
    - “Hijo de puta, tenés cinco canas y te estás moviendo como si ayer ...
    ... hubieras cumplido dieciocho años. Además, tu mano sobre mi muslo se justifica porque en algún lugar tenés que apoyarla, pero el pulgar recorriendo mi pubis es otra cosa”.
    
    Nuestro diálogo se desarrollaba en voz muy baja y hablándonos al oído, de lo contrario hubiéramos sido el centro de atención de los presentes. Aprovechando esa posición, cuando ella me decía algo, yo apretaba con mis labios el lóbulo de su oreja, pasándole la lengua. Sus gemidos quedos y una mano engarfiada sobre la mía que acariciaba su conchita me hicieron callar.
    
    - “¡Perverso, abusador, degenerado no pares que me corro, me corro, me cooorro!”.
    
    Resuelta la tensión, estuvo recuperándose apoyada en mi pecho hasta que nuevamente puso sus labios al lado de mi oreja.
    
    - “Ahora quiero dirigir yo”.
    
    - “Por mí encantado”.
    
    - “No digas una palabra, simplemente hace lo que te diga. Cuando me levante un poco, corré la falda y llevá mi bombacha a medio muslo”.
    
    El asombro me inmovilizó, hasta que nuevamente su voz me sacó de la parálisis.
    
    - “Ya que hiciste gala de atrevido, ahora poné manos a la obra”.
    
    Junto a sus palabras llevó los brazos a mi cuello, mientras el susurro adquiría tono de ruego, de ansias apenas contenidas.
    
    - “Haceme gozar con tu pija bien adentro. Estoy desesperada por sentir sus latidos con cada expulsión de leche. Ponela en la entrada de mi vagina y dejá que yo maneje el ingreso. Quiero clavarme sorbiendo tu lengua”.
    
    Así me sometí a sus deseos, pero tenía un deber de ...
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