1. ¿Te he contado mi primera vez?


    Fecha: 08/01/2022, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... eran lentos, tan lentos que en los primeros quince días no logré más que estar cogidos de la mano y estar con nuestros hombros en contacto, aunque cuando ella apoyaba la cabeza un poco en el mío, pues yo me encendía como la torre de de una plataforma de petróleo. No recuerdo una sola noche de aquellas que no estuviera yo empalmado.
    
    A cambio, nos conocimos mucho. Estábamos bien contándonos cosas. No sé si era amor, o hasta que punto unos niños pueden sentirlo, pero desde luego, si que descubrí lo placentero de estar con alguien a ese nivel de intimidad. No es que tuviéramos muchas vivencias, ni recuerdos, ni proyectos en tan cortas vidas, pero estaba genial todo lo que nos contábamos.
    
    Así supe que los padres de Laura y LuisMi se casaron jóvenes, que Mara perdió un primer embarazo, y por eso tardaron unos años en tener a LuisMi. Que ella provenía de una familia bien de Almería, y sin embargo su padre era un hombre con apenas las primeras letras, pero que era noble y leal y trabajador y eso le había llevado a convertirse en la mano derecha de su millonario jefe, por lo que tenían un gran nivel de vida, aunque eso a la familia de Mara no le parecía suficiente como para sentir aprecio por un “niño de la calle” como lo era su marido.
    
    Claro, como por el hilo se llega a la madeja, acabé sabiendo, por una de las hermanas de Pepe, que lo que había pasado era que Mara, que en su juventud fue una casquivana (así, tal cual, la juzgaban), se había quedado preñada de un hombre ...
    ... totalmente ajeno a su ambiente, y claro, había que casarse, para desvergüenza de la familia, que veía entrar en ella a un advenedizo. En aquellos años, las cosas se hacían así o se arreglaban con los famosos viajes a Londres, pero Mara no quiso ni oír hablar de eso.
    
    A mí todo eso me daba igual. Yo seguía viéndola como una mujer espectacular que levantaba mis instintos de hombrecito en desarrollo y mi rabo para cascármela. Me los levantaba mucho. Y seguía mirándola en la playa, en su postura de tomar el sol, mirando su entrepierna, sus pelillos que a veces asomaban y a veces no… Así, no fue raro que me pillara unas pocas veces mirándola, aunque yo bajaba inmediatamente los ojos y seguía a lo mío.
    
    Y de esta forma, y como todos los veranos felices, acabó ese. Cada cual a sus quehaceres, a cientos de kilómetros de distancia, manteniendo la amistad por carta, como se hacía en esos años. Y mientras llegaban las cartas de unos y otros, el hombrecito sigue avanzando, pero poco a poco. No eran años en los que, dada esa edad, hubiera grandes cambios. Simplemente, oías nuevos rumores de cosas sexuales que algún colega te contaba, mirabas más a la Señora Marga, o a la profesora Fuster, o la panadera cuando se asomaba por el mostrador para dejarte la barra en la bolsa.
    
    También mucho a las amigas, que iban desarrollando a un ritmo más alto que los chicos, mocosos frente a chicas que gustaban de lucir tipazo y orgullosas del obligado uso del sujetador para esos meloncetes que iban ...
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