1. ¿Te he contado mi primera vez?


    Fecha: 08/01/2022, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... cogido un apartamento y que llegarían en nada.
    
    Imagina la velocidad de mi corazón de enamorado salidorro al enterarme… Ese beso no se me podía escapar… Así es, suena raro, todo un mandril exacerbado, pensando en besos tiernos a la orilla del mar… No sé, será psicología del desarrollo hacia la madurez, pero veía a Laura, con todo lo buena que estaba, con más romanticismo que deseo… Lo mismo era verdad lo que nos decían los curas, que masturbarse nos secaba la médula…
    
    Pues ahí estamos, todos en Roquetas. Y claro, todos a juntarse, después de las presentaciones, en la playa, formando el típico grupo de comancheros en día de sol y mar, aunque sin molestar, pues Roquetas en aquellos años no era precisamente un hervidero de gente.
    
    Y por fin conocí a Mara, la madre de LuisMi y Laura, y de otra criatura que se llamaba Sandra, y que aún era muy pequeñita. Al padre ya le había conocido de ir al supermercado que gobernaba, pero no había habido ocasión de conocer a su mujer. Aunque Pepe ya me había hablado de ella, de la misma forma que en mi pandilla hablábamos de la Señora Marga.
    
    Era una andaluza guapetona, mujerona, de grandes tetas aunque se notaba que algo caídas, y caderas con celulitis, simpática, muy educada…
    
    El macaco ansioso que había en mí no tardó en tener pensamientos calenturientos hacia aquella señora de bandera. Empecé a mirarla de soslayo, y a hacer fotografías mentales de su escote, de sus muslos, para emplearlas de inspiración en mis pajotes ...
    ... nocturnos.
    
    Que a Pepe le pusiera igual de bruto que a mí, nos dio tema de conversación nocturna mientras nos la pelábamos inmisericordemente. Comentábamos sobre sus piernas, su culo debajo del bañador, sus pezones… y sobre todo, comentábamos como cuando se sentaba a tomar el sol, y abría las piernas, nos dejaba ver unos pelos del coño que, rebeldes, escapaban del elástico del bañador, y como debería ser aquella entrepierna que se notaba haciendo bulto en la tela… Claro, hablábamos de meterla, pero ninguno de los dos sabía exactamente como era eso de meterla, pues nuestra experiencia se limitaba a darle a la manita y haber visto algunas fotos. Pero la imaginación y aquellos pelitos rebeldes que salían del chochaco marcado eran más que suficiente para corrernos varías veces. Nos tenía locos.
    
    Y casi satisfecha la parte sexual de mi vida (más del 95% de mis pensamientos diarios de aquel entonces) a base de prácticas onanistas, seguía viviendo mi parte romántica con Laura. Durante el día era un chico educado, tal como me habían enseñado mis padres, que no provocaba ninguna situación que pudiera ser incómoda, respetando al máximo a las chicas, y siempre dejando, en cualquier juego en el que anduviéramos, la distancia adecuada.
    
    Pero después de cenar, el grupo se juntaba de nuevo y bajábamos a estar de charla y de risa en la playa (en aquella era de los dinosaurios no hacíamos botellón, sólo comíamos pipas y nos reíamos y charlábamos), y yo seguía cortejando a Laura, pero los avances ...
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