1. Viaje al infierno (2)


    Fecha: 27/03/2018, Categorías: Primera Vez Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    CAPÍTULO II
    
    El año 1943 y buena parte del 44, el mayor Günter von Labnitz lo pasó rodando por diversos campos de prisioneros. Primero, en los llamados “De Tránsito”, donde eran interrogados y clasificados, luego en campos, digamos, de permanencia. En los primeros, el objetivo principal era sondear el “talante” del prisionero, las posibilidades que había en él de atraerlo al terreno, al menos, anti-hitleriano; ítem más, las probabilidades de ganarle al marxismo-leninismo. Algunos oficiales fueron clasificados en tales categorías, especialmente en la primera; otros, la inmensa mayoría, resultaron irreductibles(1)
    
    Luego, a fines del otoño de 1944, fue trasladado al que sería su campo definitivo, uno situado al sur del Oblast de Cheliabinsk, en el extremo suroccidental de Siberia, al pie de los Urales y al suroeste de Cheliabinsk, capital del Oblast, en los aledaños de la ciudad de Magnitogorsk, importante centro siderúrgico e industrial, donde se fabricaron casi la mitad de los carros de combate y municiones que utilizó el Ejército Rojo durante la guerra, se ubicaba el campo. Era extenso, con capacidad para más de mil prisioneros. Nada más entrar, a un lado, se encontraba la comandancia, con oficinas y vivienda del comandante, y los servicios del campo, hospital, lavandería, cocinas, almacenes, talleres etc. Al otro lado, enfrente, los pabellones de oficiales y tropa de la guarnición, con una explanada no muy ancha entre medias. Más allá, una empalizada interior ...
    ... erizada de torres de vigilancia, con reflectores, alarmas y ametralladoras listas para disparar. Dentro, los barracones de los prisioneros, en dos bloques, uno frente al otro, separados por una apreciable explanada central
    
    Nada más llegar, los hombres que integraban la conducción, unos cuantos centenares, fueron formados en esa explanada central y un mayor se dirigió a ellos. Para empezar, les espetó algo que de antes ya sabían: Que ellos no eran prisioneros de guerra, sino criminales, delincuentes, que habían ido a la sagrada tierra de la URSS a masacrar pacíficos ciudadanos, asolando esa sagrada tierra. Pero que la benevolencia de la comandante en jefe, la teniente coronel Galina Piotrovna Korsakova, una valiente soldado varias veces condecorado en la Gran Guerra Patria, les concedía la merced de prohibir en su campo los castigos corporales. Sólo se les exigiría que trabajen y trabajen con denuedo allá donde se les enviara. De manera que, trabajo, trabajo y trabajo, y vivirían en paz.
    
    Esa fue su primera gran sorpresa, que el comandante del campo fuera una mujer, no un hombre. Luego, le sorprenderían más cosas: Que las raciones de comida, por lo menos, no fueran de hambre; que los barracones fueran un tanto habitables, pues en ellos había hasta estufas… Con el tiempo también comprobó von Labnitz que la región era de clima más bien templado, y que la tierra por allí se repartía entre yacimientos mineros, con más que importantes minas de mineral de hierro y carbón, donde ...
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