1. La apuesta.


    Fecha: 27/10/2020, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... en la tumbona, dejando contemplar a una diosa. Llevaba un triquini negro que le venía como un guante. Las tetas le desbordaban el escote, debía usar como mínimo una 100 copa C, el cuerpo del triquini a la cadera, lo que permitía observar un espléndido culo y le alargaba las piernas hasta hacerlas parecer infinitas. Debía tener metro setenta y algo de altura y estaba en su peso, con una ligera barriguita que la hacía todavía más atractiva. ¡Qué barbaridad como estaba la casera! Antonia desde luego no le desmerecía, pero es que Rosa jugaba en otra liga, la liga de las estrellas.
    
    - Antonia, ¿te importaría ponerme crema protectora? Soy tan blanca que me quemo con nada.
    
    - Por supuesto que no –le dijo Antonia cogiendo el tarro que le pasó Rosa-.
    
    En aquel momento me hubiera cambiado por Antonia y así poder sobar a aquella diosa madura. Tuve que dejar de mirarlas porque me estaba empezando a poner palote. Entre Antonia que me tenía a palo a seco y el espectáculo de dos mujeres tan atractivas me había subido la temperatura algo más de lo debido.
    
    Cuando me calmé, dije de subir al apartamento con la excusa de ir haciendo la comida.
    
    - ¿Te apetece comer con nosotros? –Le preguntó Antonia a Rosa-.
    
    - Os apetecerá estar solos y yo voy a ser un estorbo.
    
    - En absoluto, ¿verdad Carlos?
    
    - Comida hay y estaremos encantados contigo –respondí yo-.
    
    - Pues entonces de acuerdo, pero tengo que irme rápido, le he dado la tarde libre a Marina y tengo que abrir la ...
    ... tienda.
    
    Poco después llegó Antonia diciendo que Rosa había ido a cambiarse y que tardaría unos diez minutos. Y así fue. Rosa venía absolutamente deslumbrante: una camisa entallada verde claro con algunas transparencias y un profundo escote que permitía ver un canalillo largo y apretado delicioso, unos pantalones blancos tan ajustados que o bien llevaba un tanga de hilo también blanco o no llevaba nada y que por delante marcaban suavemente su chochito y unos zapatos también blancos de plataforma que le daban al menos diez o doce centímetros más de altura. El conjunto era de infarto.
    
    Antes y durante la comida Rosa me pilló varias veces embobado mirándole los ojos o el escote, pues no me decidía cual de las dos visiones era más deslumbrante. A mí me pareció que ella también se me quedaba mirando cuando yo no la observaba.
    
    A Rosa se le notaba el aplomo de una mujer madura que se sabe guapa y que también sabe el efecto que produce sobre los hombres, sobre todo si son bastante más jóvenes que ella.
    
    A las cuatro de la tarde se marchó y Antonia y yo nos quedamos comentando el pedazo de mujer que era Rosa.
    
    - ¿Te has quedado embobado, eh? –Me dijo Antonia-.
    
    - No te lo puedo negar, esa mujer me produce fascinación. Pero tú no te preocupes, que ya sabes que para mí no hay más que una mujer.
    
    - Que galante, ¿pero qué harías si ella te provocara?
    
    - Mantenerme en mi papel de amante y fiel esposo –le conteste medio en serio, medio en broma, levantándome para darle un beso que ella ...
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