1. Al calor del sol


    Fecha: 31/07/2019, Categorías: Hetero Autor: Safo_Nita, Fuente: CuentoRelatos

    ... ―mentí con descaro―. Venías aquí con tu prima Isabela.
    
    ―Me confundes con otra ―dijo con desdén y con un marcado acento del sur―. No era yo.
    
    ―¡Cómo! ¡Te burlas de mí! ¡No eres Cecilia!
    
    ―No. Lo siento. Esta es la primera vez que vengo por aquí…
    
    ―Pues te pareces bastante. Ni que fueras su gemela. Aunque ahora que lo pienso, creo que ella tiene los ojos verdes. Sí, su voz es más aguda, me parece. La tuya es más dulce.
    
    ―¡Ah! ¡Vaya! ―al fin asomó una sonrisa a sus labios―. Oye, no estarás intentando ligar conmigo, porque sería bastante patético.
    
    ―Si quisiera ligar contigo no andaría con tonterías ―me puse serio, y me hice el ofendido, pero sin elevar el tono―. Suelo ser muy directo. Si alguien me gusta, lo digo. No oculto nada; voy con todo por delante.
    
    ―Eso es evidente ―dijo lanzando una mirada a mi pene que, aunque se había encogido un poco, todavía conservaba un grosor llamativo. Volvió a sonreír y meneó la cabeza.
    
    El sonido del mar nos envolvió. La conversación parecía llegar a su punto final. Pero yo no pensaba desistir tan fácilmente. Eché una mirada a la playa, a un lado y a otro, para ganar tiempo. Debía reagrupar mis pensamientos y buscar el mejor modo de continuar.
    
    Vi pasear por la orilla a un señor mayor, alto y enjuto, con la piel tan tostada que parecía de cartón. Caminaba medio encorvado, con un bolso grande colgado del hombro. Tuve una idea.
    
    ―Vaya, si es el mirón de siempre. ¿Qué oportuno?
    
    ―¿Amigo tuyo? ―habló con sorna. Capté la ...
    ... indirecta. Pero eso es lo que esperaba.
    
    ―Lo conozco de vista. Viene a menudo. Pasea con el móvil escondido, y va sacando fotos.
    
    ―En serio. ¡No me digas! ―se arrebujó sobre sí misma; cerró sus piernas y pegó su pecho a las rodillas. Creo que conseguí impresionarla.
    
    ―Sí, tal como te lo cuento ―la miré a los ojos―. Pero puedes estar tranquila, no le interesan las mujeres. Busca chicos jóvenes, musculosos, y que estén bien dotados. Ya me entiendes.
    
    ―Pues tú tampoco deberías preocuparte. No eres tan chico, ni tan musculoso.
    
    ―No, está claro que no, pero lo otro sí, ¿o no? Y a falta de algo mejor…
    
    Ella encogió los hombros. Parecía a un tiempo asustada de lo que podía insinuar y deseosa de saber adónde quería llegar o qué pretendía. Estaba inquieta y puede que algo tensa; su vista se deslizaba sobre mi cuerpo y huía hacia el mar, para volver a mirarme a los ojos.
    
    ―No me digas que no, que me hundes… ―bromeé―. Míralo bien. ¿Qué te parece?
    
    ―Uf, no sé ―lo observó con detenimiento―. Es lindo. Modosito.
    
    ―¡Vaya! Esperaba algo más ―me reí con ella―, como soberbio, o maravilloso.
    
    ―¡Qué más quisieras tú! ―dijo alzando la barbilla.
    
    Estalló en una risa. La tenía; ya era mía. Y lo había logrado gracias a mi arrojo y a una buena dosis de ingenio, además de a los años de experiencia. Detrás de éste éxito, había otros asaltos que habían terminado en un firme rechazo, o en una tregua pactada.
    
    ―¿Puedo sentarme? ―pregunte con humildad, pero con firmeza―. Para charlar un ...
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