1. Al calor del sol


    Fecha: 31/07/2019, Categorías: Hetero Autor: Safo_Nita, Fuente: CuentoRelatos

    ... otro lugar, para que nadie sospechase de mis intenciones.
    
    Estuvo un rato sentada, mirando el mar agitado. La veía a hurtadillas por debajo del sobaco. Tenía un rostro agradable, de labios finos y mandíbula afilado. Llevaba el cabello rubio recogido detrás, en un moño. Algunos mechones curvos rodeaban sus orejas, o caían por su frente abombada. Su piel era clara, con algunas pecas, y estaba enrojecida por el efecto del sol. En general me gustaba su físico; sólo me faltaba conocer su carácter.
    
    Al poco se volvió a tumbar, pero esta vez boca arriba. Tenía unos pechos excelentes, ni demasiado grandes, ni tristemente pequeños. Mantenía las piernas bien cerradas a propósito. Era evidente que mi presencia la había intimidado un poco. Pero esa posición no la podía mantener durante mucho tiempo. No era cómoda, ni natural. En cuanto se fue relajando, acabó por abrirlas lo justo para que la fina hendidura volviera a asomar.
    
    De tanto comerla con la mirada, mi pene comenzó a engordar. Noté como la punta del glande se abría paso entre el capuchón de piel. La brisa marina me acariciaba las nalgas y la espalda. Tenía los pelos de la nuca erizados, mientras mi piel ardía, quemada por el sol. En ese momento, estaba en la gloria. Paciencia, me dije.
    
    Diez o quince minutos más tarde se incorporó. Quedó sentada con las rodillas flexionadas. Las piernas estaban separadas unos dos palmos. Su raja y los dorados pelos del pubis eran perfectamente visibles. Quizá había terminado por ...
    ... aceptar mi presencia. Es posible que sintiera curiosidad. En todo caso, ya había logrado lo más difícil: evitar la huida.
    
    Me di la vuelta y quedé boca arriba. Crucé las manos detrás de la nuca. Mi pene descansaba hinchado entre los muslos. Ella, desde su posición, podía apreciar su tamaño, pero no podía saber cuánto había crecido. Desde luego que no le resultaría indiferente, salvo que fuese lesbiana. Tendría que estar juzgándola, aunque fuera de modo inconsciente.
    
    Mi plan pasaba por abordarla en la orilla del mar; entablar conversación con cualquier excusa. Pero como no se decidía a salir, decidí tomar la iniciativa. Me senté sobre la toalla y fingí buscar algo en el bolso. Giré la cabeza y nuestras mirabas se cruzaron. ¡Premio! Ella apartó la vista inmediatamente. Sonreí para dentro, convencido de que pronto sería mía.
    
    Me quedé mirándola con cara de sorpresa y curiosidad, hasta que no pudo aguantar más y acabó por echarme otra mirada fugaz, de fastidio e incomprensión. Luego bajó la vista. La tenía a mi merced. Confiaba en mi osadía y en mi triunfo final. Pero, como sentenció un famoso escritor, en el amor no basta con rendir la plaza, hay que tomarla por asalto. Me levanté y fui hacia ella con paso decidido. Tenía poco tiempo para improvisar una estrategia.
    
    ―Hola. Soy Mario, ¿cómo estás? ―dije sonriendo―. ¿No me recuerdas?
    
    ―No ―respondió tajante. Cerró sus piernas e intentó taparse un poco poniendo los brazos por delante, sobre sus rodillas.
    
    ―Del año pasado ...
«1234...7»