1. El Culo de Doña Felicia


    Fecha: 09/03/2019, Categorías: Sexo con Maduras Tabú Anal Autor: AkuSokuZan, Fuente: xHamster

    ... suma facilidad. En resumen, que me estoy forrando a costa de mis convecinos. Bueno, no es que me sepa especialmente mal, el dinero tiene que circular, hasta que llegue a mis manos, claro... Y yo seguramente le sacaré mejor partido a esa pasta que la panda de catetos indocumentados de mis paisanos. En fin, ¡sólo se vive una vez!Pero lo mejor no ha sido eso. Lo mejor ha sido recobrar el contacto con la tía Felisa. Yo, que prácticamente la había apartado de mis pensamientos, me llevé la sorpresa del siglo cuando mis padres la invitaron, con el tío Basilio, a una cena que organizaron para presentarnos en sociedad a mí y a mi esposa.A la cena, en casa de mis padres, asistieron, junto a los anfitriones, mi mujer y yo, mis hermanas, con sus respectivas parejas y sus niños, los dos hermanos de mi padre y la tía Felisa y el tío Basilio. La pareja tiene dos hijas recién casadas en el pueblo y un hijo, mi primo Roberto, que vive en Madrid y era el único con el que mantenía el contacto. Mis primos no pudieron venir.Fue ver a la tía Felisa, embutida en un ceñido vestido rojo con dos tallas menos que la suya, y sentir un agradable cosquilleo en la polla que me hizo recordar las mil y una pajas que me había hecho a su salud en mí tierna adolescencia.Felisa, cuando me vio, me pegó un achuchón de los que cortan la respiración, ante la severa mirada del tío Basilio. Yo, aturullado por los besos, húmedos y pringosos que iba dejando en mi mejilla, me dejé hacer y aproveche para abrazarla y ...
    ... sobarle, con fingida inocencia el principio de ese culazo de zorra que se gasta. Ella pareció no darse cuenta y me apretó contra sus tetas, que yo observaba atentamente desde mi metro ochenta de altura: un canalillo de vértigo. Ella, que es más bien bajita, no debió percibir que me estaba poniendo la polla dura, y, si lo hizo, disimuló a base de bien. “¡Cuantos años, Julián, cuantos años!” decía sin parar, medio lloriqueando. Yo pensaba que tampoco era para tanto, pero ella, inasequible al desaliento, continuaba con su perorata sentimentaloide, hasta que el tío Basilio separó, en un plan bastante borde, todo sea dicho, nuestro calenturiento abrazo.Obviamente, para mí, ella seguía siendo un objeto inalcanzable. Durante la cena, me dedique a apreciarla y valorarla, al tiempo que contemporizaba con el resto de invitados. Después de tantos años, es cierto que había engordado un poquillo. Pero esto no le restaba un ápice de atractivo, más bien al contrario. El aumento de chicha se había producido en lugares estratégicos, como en su inmenso culo panadero que culminaba sus muslazos de jamona, y sus tetazas blancuzcas, que se movían como flanes cada vez que se reía.Ella seguía tan parlanchina, risueña y campechana como siempre. Todo lo contrario del tío Basilio, que se limitaba a seguir la conversación con monosílabos y cara de amargado, con el claro aspecto de la persona que está en el lugar equivocado y esperando la primera oportunidad para escapar. Afortunadamente, la cena pudo ...
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