1. Euterpe y Tauro (4)


    Fecha: 24/07/2018, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    Desde aquella noche, la primera que Juan Gallardo y Elena Gaenva pasaron juntos, han transcurrido unos tres años, por lo que, digamos, estamos a primeros-mediados de Diciembre de 2013. El devenir de estos años trajo acontecimientos muy, muy felices a la pareja, pero, como bien se dice, no hay rosa sin espinas, con lo que también el discurrir del tiempo trajo los nubarrones negros sobre ellos. Lo primero que ocurrió, y no tanto después de aquella su primera noche, un par de mesecillos, tres a lo sumo, lo justo para reunir cuánto “papel” precisaban, fue contraer matrimonio, lo mismo religioso que civil. Lo del matrimonio canónico tuvo su mijita rocambolesca, a cuenta del divorcio de ella y, ya se sabe, lo intransigente que es la Iglesia romana respecto a tal asunto, pero la casualidad quiso que, de todas formas, acudieran al Arzobispado de Madrid, por lo de que Yelena se había casado en Rusia y allá se había divorciado, amén de que fuera de fe ortodoxa, no católica. En lo de que Elena fuera ortodoxa y no católica, no hubo problema, pues la Iglesia no se opone a los matrimonios mixtos entre cristianos bautizados, y en lo del divorcio, finalmente, tampoco lo hubo. Sencillamente, Yelena habíase casado con su anterior marido sólo por lo civil, luego, ante la Iglesia, ese matrimonio no era válido, de forma que como si nunca se hubiera casado, luego, “Nihil Obstat” para contraer matrimonigiosa y criso religioso, conservando ada uno su propia fe religiosa, cristiano católico él, ...
    ... cristiana ortodoxa rusa ella.
    
    La boda, por fin, se celebró en la Iglesia de Santa Catalina del San Petersburgo de Todas Las Rusias, “putativa”(1) “patria chica” de Yelena, aunque allí no naciera, pero sí es donde, de toda la vida, había residido, su ciudad por excelencia. Para el evento, la iglesia era un ascua de luces y un vergel de olorosas flores que inundaban el templo con sus suaves fragancias, con un órgano más dieciochesco que nonacentista interpretando la famosa Marcha Nupcial de Méndelssohn(2), a la entrada de la novia, toda ella vestida de tal, enfundada en un traje de novia ante cuya blancura el armiño, vamos, verde de envidia, del brazo de su padrino de boda, su yerno, el marido de su hija.
    
    A este tan feliz acontecimiento, siguió otro, y no tantos meses después, que ni a ocho llegaron, pues, ¡qué “quirís”!, como se suele decir, decía, por la Mancha, que para tan especialísimo momento como fue el día de su boda, la parejita llevaba sus “deberes” pero que muy bien “hechos”, tanto, que alguna semana que otra antes, si no fue algún mes, la cigüeña habíales ya respondido, por correo certificado y urgente, además, que su grato encargo estaba ya debidamente cumplimentado, y la “mercancía” viajando a destino que se las pelaba. En fin, que la tal “mercancía” resultó ser un rorro más bonito que un San Luís, al que llamaron, por buen nombre, Juan o, en su vertiente rusa, Iván, aunque para su madre e, incluso, su padre, no pocas bveces, fuera más corriente nombrarle por ...
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