1. El amante


    Fecha: 17/05/2023, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... pueblo y a la vieja casa en obras, Héctor aguardaba como siempre. Estaba pálida y el susto de estar a punto de terminar mis días en el fondo de un barranco de la sierra, todavía me duraba. No sé porqué lo hice, pero me eché en sus brazos. No recuerdo nada más, simplemente que follamos todo lo tiernamente que se pueda follar sobre unos plásticos sucios en el suelo junto a la fogata que había encendido para calentarse al trabajar, y que en sus brazos, tengo que reconocer, me sentí reconfortada. No podía llevarme a su casa, él también estaba comprometido pese a que nunca vi una alianza en sus dedos, pero al menos se ofreció a acercarme a la única pensión de la zona en su todoterreno para no verme obligada a tener que pasar la gélida noche en aquella casa sin cristal en las ventanas.
    
    - Susana… ¿Qué te pasa?- al escuchar la voz de mi marido rompí a llorar. Después de una ducha y arropada bajo las mantas en la cama, tenía la sensación de deber confesar. Sin embargo no lo hice. Le hablé del susto al conducir, de que me veía incapaz de volver a casa esa noche, la carretera y la noche me paralizaban, agarrotaban mis brazos. Al despedirme añadí un tímido perdóname en el que él creo que no supo ver todo lo que iba implícito.
    
    Pasé la noche en blanco, no por falta de sueño, sino por remordimientos. Al alba pedí que me acercaran hasta mi coche, y antes de que Héctor se acercase a la obra, yo ya conducía decidida y sin miedos hacia la ciudad, mi casa y mi marido. A media mañana, ...
    ... cuando contesté aquella llamada sin fijarme en el número que aparecía en la pantalla, lo que menos pensaba era escuchar su voz.
    
    - ¿Qué tal has llegado?, al venir a trabajar no he visto tu coche, así que he supuesto que ya habías recuperado el ánimo…- el resto de sus palabras se perdieron antes de llegar a mi cerebro. Me gustó esa repentina delicadeza, me gustó que no hablara de lo sucedido, que quisiera recuperar pronto una relación meramente profesional. Al escucharlo mi cuerpo se alteró, pero mi conciencia seguía imponiendo su criterio: cancelé la cita del jueves siguiente.
    
    Dejar pasar el tiempo quizás no fue la mejor opción. Lo intuí cuando recorría la montaña en la que había estado a punto de chocar, y no era el frío, la carretera ni la noche lo que rondaba mi mente, y lo supe cuando detuve mi coche y tras los andamios observé las nuevas ventanas colocadas. En las últimas dos semanas las obras habían avanzado notablemente, especialmente teniendo en cuenta que Héctor sólo se ocupaba de todo. La caldera y el sistema de calefacción estaban también instalados, así como un par de colchones, usados pero limpios, colocados en lo que debía ser la habitación de matrimonio. ¿Era una indirecta o tan sólo quería tener listo lo mínimo necesario para pasar la noche allí si el hielo me impedía regresar a la ciudad? No se lo pregunté, pero comprobamos la dureza de los muelles de los colchones. Desde entonces cada semana, cada jueves, lo que me lleva a conducir durante noventa kilómetros ...
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