1. Sati


    Fecha: 29/01/2023, Categorías: Sexo Interracial Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... de los ojos de Salila.
    
    - Ho-hola...- saluda la joven.
    
    El negro se vuelve hacia la hindú y sonríe tontamente. Está claro que no entiende el idioma de Salila. A ella no le importa. Levanta la mano y la agita en un saludo universal que, ahora sí, el musculoso hombre devuelve sonriendo, añadiendo un:
    
    - ¡Márhaba!
    
    - ¡Márhaba!- sonríe Salila, aún sin saber lo que significa, mientras el negro inspecciona el cuerpo que perfila la prenda mojada, pegada a las curvas de Salila. Ella se sonroja y sale del río. Se coloca de nuevo el sari y desliza el faldón hasta taparse la cara.
    
    Es extraño. Bajo la tela que oculta su rostro, la sonrisa se niega a abandonar los labios de Salila, como si tuviera miedo de no volver a ser vista en mucho tiempo. Con ella en la boca, Salila vuelve a su choza. No se atreve a cantar, pero en su mente, dan vueltas y vueltas las canciones de su infancia: “Na-na-na-na”.
    
    Al día siguiente, Salila regresa al río. Allí está, de nuevo, ese hombre dando agua a sus músculos de ébano. Metido hasta la cintura en el agua, el negro juega con la corriente. Ella se queda parada, dejando su vista resbalar por cada recoveco de la musculatura del hombre.
    
    Nota el corazón en la garganta y un fuego que crece dentro de ella. Un fuego que no conocía, un fuego que nada tiene que ver ya con las cacniones de su infancia ni con su marido.
    
    El hombre va saliendo del río. Está desnudo. Está desnudo y su verga hinchada es un ariete que apunta al cielo. A Salila se le ...
    ... acelera la respiración. “Aquello”es gigantesco comparado con el miembro raquítico de Xayj. No lo comprende. Por mucho que lo intenta, Salila no lo entiende. No entiende cómo aquello no le da el miedo que merece. Al contrario. Pese a que su experiencia con Xayj le enseñó que ese bálano no era más que otra arma que hacía daño -mucho daño-, ahora lo ve, tan grande y negro como su portador, y no lo teme. Al contrario. Desea tenerlo en sus manos. Desea abrazarse a él y que pasen los días.
    
    El negro y la india miran lo mismo. Con parsimonia, el negro agarra su miembro y comienza a acariciarlo con suavidad, de arriba abajo, recorriendo su extensa longitud. Salila sigue su instinto y hunde una mano entre sus ropas para acceder a aquel rincón que tantas veces mancilló sin amor Xayj.
    
    Allí, de pie, el negro se masturba. Allí, de pie, Salila se masturba. El negro cierra los ojos -sus tristes ojos negros- y se concentra en sus caricias. Salila no quiere cerrar los ojos. Ella nunca ha podido ver nada parecido, y seguramente no tendrá más oportunidades que esa que ahora se le ofrece a la vista, en forma de africano masturbándose.
    
    Sólo sigue las directrices de su instinto. No necesita más. Salila mueve su mano sobre su sexo y poco a poco, su propio cuerpo le dice dónde tiene que tocar.
    
    El negro goza sin preocuparse de nada. Salila goza, mirando al negro gozar. A ella le tiemblan las piernas, él muestra los dientes (tan blancos que su contraste con el cuerpo es casi cegador). A ella ...
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