1. Sati


    Fecha: 29/01/2023, Categorías: Sexo Interracial Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    El fuego crepita, crece y se refleja en los ojos de los presentes. La noche, fuera de los alrededores de la pira, es tan cerrada que hasta las estrellas han muerto heridas de oscuridad. Se empiezan a escuchar los primeros murmullos y todas las miradas, de reojo, acaban en el cuerpo de Salila, la joven viuda Salila.
    
    Ella, por su parte, sólo piensa. Recuerda. Mientras el cadáver de su marido arde en la pira, las llamas le traen añoranzas de su niñez, cuando entonaba cancioncillas infantiles mientras echaba ramitas al fuego de la cocina. “Na-na-na-na”... Canturrea mentalmente al tiempo que la pira funeraria de su marido se viste de incendio.
    
    Pero, también, el fuego le hace rememorar la noche que dio inicio su calvario. Era una niña aún, recién salida de la pubertad, con sus pechitos mínimos y su vello incipiente. Era una niña aún, y él era un viejo que había aceptado casarse con ella sin aceptar más dote que su belleza adolescente. Era una niña aún, escondida bajo telas demasiado gruesas y pesadas, enjoyada con abalorios que le hacían daño en cuello y orejas, cuando, de la mano de su reciente marido, daba los siete pasos alrededor de la hoguera. Era una niña aún. Sólo una niña.
    
    Ahora Salila no da vueltas a la hoguera. En los cánones está escrito que tiene que hacer otra cosa. Pero ella ha decidido no hacerla. ¿Qué sentido tiene llevar a cabo el “sati” por alguien a quien jamás ha amado? ¿Por qué tiene que morir ella, tan joven? ¿Sólo porque su familia la casó con un ...
    ... anciano?
    
    “¿Por qué no salta?”
    
    “¿A qué espera?”
    
    “No lo va a hacer...”
    
    “¿Quién se ha creído esa fulana?”
    
    Indignación, sorpresa, rechazo. Sus vecinos la miran como a una paria. Alguien detrás de ella la empuja para ver si reacciona, pero ni por esas. Salila sigue en pie, sin moverse, mirando fijamente el fuego que se alimenta de madera y carne. La carne de su difunto marido.
    
    Su cuñado y su sobrino tratan de acercarse a ella. Su suegra (una ancianísima mujer) lo impide mascullando “tiene que decidirlo ella”, aunque no pierde ocasión de fulminar con la mirada a su joven nuera.
    
    El fuego alcanza su mayor altura. Los cánticos han cesado. Los murmullos y los insultos se acaban imponiendo. Salila no se mueve. No le importa lo que le diga nadie. ¿Por qué habría de importarle lo que diga aquella otra anciana vecina que incluso se había atrevido a acusarla de la muerte de su marido?
    
    “Sus instintos adolescentes han acabado con el pobre Xayj... le ha terminado absorbiendo la vida con su lujuria”
    
    ¿Qué sabría ella? ¿Qué sabría nadie lo que Salila había tenido que soportar? Xayj, incluso en la misma noche de bodas, la había poseído siempre con crueldad, premura y desinterés por algo que no fuera él mismo Jamás Salila pudo saborear aquello que la gente llamaba “placer”. Jamás Salila pudo sentir otra cosa que desprecio hacia aquél hombre cuyo cuerpo, después de mancillar por la fuerza a Salila tantas veces, arde en la pira funeraria. Aquél cuerpo que, afortunadamente para ...
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