1. Como convencer a alguien de aquello que no desea


    Fecha: 03/11/2022, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: fran menon, Fuente: CuentoRelatos

    ... sentimientos patéticos y encerrados, como un chiste, como un cinismo, aquel hombre mal afeitado de camisa ridícula miraba ridículamente al techo preguntando idioteces y reproches a la amada mientras simulé dejar caer fortuitamente mi abrigo sobre sus piernas.
    
    Una mano ladrona, mi mano, trepaba bajo el abrigo por su pierna, si hubiera sido la mano izquierda habría sido mucho más fácil, pero estaba sentada a mi derecha y solo podía hacerlo con la mano derecha, resultaba un poco más incómodo pero peor era nada. Su pierna era suave, de piel de terciopelo, caliente.
    
    Lo verdaderamente importante era su reacción, era nuestra primera cita, no éramos nada, apenas amigos que se habían cruzado en los pasillos de un trabajo enorme y descomunal, de unas oficinas tan pesadas y largas como los grandes barcos mercantes. Aquella zorrita mejor que caminar levitaba por los pasillos entre archivos y ojos lascivos de funcionarios que se pajeaban a costa de sus bragas en la hora del desayuno, la estuve observando un tiempo y casi tenía la certeza de que le encantaba provocarlos, empezaba a caerme simpática.
    
    Marina miraba aquel poeta del desayuno del alma atormentada con el mismo y frio gesto, como si sus piernas fueran de acero y mi mano de madera, con la misma expresión que podían aportarle aquellos versos. Mi mano por fin cayó entre sus piernas y un gesto de su brazo brusco me sobresaltó, esperaba lo peor, su brazo venía hacia mí a cámara lenta, tenía la certeza de que con un gesto ...
    ... brusco apartaría mi mano dejándome en el peor de los ridículos, pero no, falsa alarma, solo se llevó la mano a la boca para disimular un bostezo.
    
    Tenía todo el tiempo del mundo, llevaba quince minutos con mi mano tomando la posición de su colina y aun aquel poeta necesitaba media hora más para convencer a su auditorio cada vez más escaso de que no se marchara. Francamente me lo había puesto difícil, intentaba empujar la mano entre sus piernas pero las mantenía firmes y cerradas, temía que si hacía demasiada presión se incomodara y abandonara el juego, así que opté por seguir acariciando sus piernas por la misma línea de unión. Pudieron pasar así no sé... cinco, diez minutos, quince tal vez, de repente ocurrió el milagro, sus piernas se abrieron un poco, solo un poco, el hueco justo para admitir media mano antes de que quedará prisionera e incapaz de hacer nada.
    
    Ambos mirábamos con gesto interesado aquel pobre hombre, solo una gota de sudor me delataba, pero aquel poeta no parecía darse cuenta de nada, solo hablaba y hablaba y su mirada era agradecida por nuestra actitud devota. Marina abrió más las piernas y entonces supe que el camino del cielo estaba abierto, caminando con las yemas de los dedos, casi de forma incómoda estuve acariciando sus muslos por la cara interior, débilmente, suavemente, apenas a unos centímetros de su coño. Decidí rozarlo, nuevamente como por despiste, casi acompañado de un débil estornudo, y me pareció increíble lo que noté, necesitaba repetir el ...
«1234...»