1. La bragas sucias de Sajar


    Fecha: 18/10/2022, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... atormentar a la humanidad: la duda. Estaba pedido en medio de mis recreaciones mentales donde Sajar iba y venia corriendo, sudando, comprimiendo la tela contra su vagina, una y otra vez, quitándose las bragas para mear y volviéndoselas a colocar luego, sentada en el aula, concentrado todos sus jugos femeninos en una secreción blanquecina que se derramaba milimétricamente sobre la tela mientras el profesor dictaba alguna clase; cuando una duda visceral se apoderó de mí y me arrastró de vuelta al presente. ¿A qué olería aquella vagina virginal y prohibida de Sajar? ¿Qué olor tendría esa parte jamas profanada por hombre alguno? ¿Cuál era su aroma? - me pregunté alucinado. Sentí entonces que esa maldita duda se había inscrito a fuego en mi mente y que desde ese momento me esclavizó y robó mi alma.
    
    Mi madre me lo había advertido. El demonio es hábil para tender sus redes oscuras y una vez en ellas ya no hay cómo soltarse. Precisamente aquella era la razón por la que yo estaba en esa casa, aguardando para ser admitido en el seminario de Santo Tomas y poder así cumplir mi propósito existencial de servirle a Dios. Se suponía que allí, en ese hogar estaría a salvo de las trampas y de las emboscadas. Se suponía que estando con la familia iba a mantenerme preservado de toda insinuación de origen erótico pero mi madre no logró advertir que la presencia de Sajar iba a convertirse en la mayor tribulación a mi vocación eclesiástica y que marcaría el camino que con los años ...
    ... emprendería hacia los más oscuros abismos. Pero, ¿cómo lo iba a advertir la pobre si yo siempre fui un muchacho ejemplar, inocente, de comportamiento intachable, cándido y lleno de pudor? Ponerme a cargo de mi hermana mayor por unos meses era tan solo peldaño necesario para continuar mi vocación de servicio y estando allí, ¿qué tentación iba yo a tener? Mi hermana mayor, al igual que mi madre, era una mujer de bien, formadas en profundos valores de recato y pureza, dignas e intachables hembras al servicio de Dios y de sus maridos y sus hijos; mujeres formadas para preservar la castidad del hogar y que nunca daban tregua a su pudor ejemplificante.
    
    Por eso aquel maldito pedazo de tela tirado en el suelo, vulgarmente expuesto a la vista de cualquiera, era un evento único, inesperado, un suceso apocalíptico en un universo de recato, pudor y orden que era la casa de mi hermana; y si bien es cierto que, aun cuando el desorden crónico de la personalidad de Sajar podía haberlo causado en cualquier momento, bajo la pétrea vigilancia de mi hermana, una circunstancia similar jamás se había registrado en ese hogar pues habría sido corregida a tiempo.
    
    Mi hermana era extremo cuidadosa en la manera en que los miembros de la familia interactuaban entre sí. De hecho, la rigurosidad de sus normas parecían un entrenamiento preparativo a la vida clerical que habría de llevar en el seminario. Por eso mi madre me había encomendado sin ningún tipo de temor a vivir aquellos meses con la familia de mi ...
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