1. La bragas sucias de Sajar


    Fecha: 18/10/2022, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... espesa en un lienzo virgen. Al darme cuenta de ello, un momentáneo sentimiento de asco se apoderó de mí, algo como una pulsión de nauseas demasiado fugaz. Y justamente por lo vertiginoso de esa sensación es que recuerdo que súbitamente el asco se convirtió en morbo y el morbo en deseo; en una cascada de emociones que no podía entender. No había terminando de pensar -¡Qué sucia jovencita!- cuando dentro de mí todo se desplomó y en medio del colapso general de mis sentidos pude comprobar que mi pene se había puesto rígido de una manera que jamás lo había hecho hasta ese momento. ¡Demonios! Pensé para mí.
    
    Allí estaba yo, de pie justo frente a una bragas sucias tiradas en el suelo de la habitación de Sajar, con un impulso de recogerlas pero me contuve. No lo hice. Como pude salí, mejor dicho, huí súbitamente y me dirigí al pequeño ático que era mi habitación por aquel entonces y allí me encerré. Decidí que debía orar. Aquella había sido una trampa del demonio y cuando esto sucede la oración es el único escudo que puede proteger el alma. Pero mi mente ya estaba convulsa y por más que me hundía en el rumor de la oración mecánicamente repetida, el recuerdo de aquella prenda a mis pies se encendía una y otra vez.
    
    Fue entonces cuando el demonio comenzó a sembrar pensamientos oscuros en mí. Una y otra vez apareció en mi mente la imagen de Sajar sacando las bragas por debajo de la falda y dejándolas caer allí, justo donde ahora estaban. -¡Qué poca vergüenza tiene! Pensé ...
    ... enfurecido. Pero enseguida volvía a pensar en ella. Recreaba sus movimientos en mi imaginación. De pronto veía descender la tela por la piernas bronceadas y rematar en sus pies descalzos. Luego la imaginé moverse desnuda por el resto de la casa. -¿Habría ido a la ducha o se habría cambiado de ropa sin asearse?- me pregunte con morbosidad. Luego recordé que un par de veces había sido testigo de cómo Sajar se cambiaba de ropa con prisa para no llegar tarde a algunos compromisos y en el trajín olvidaba ducharse. Además, debo confesar que Sajar, aunque era una muchacha hermosa, tenia hábitos de limpieza e higiene que daban mucho que desear.
    
    Me abandoné en mi sillón y bajé la guardia. Poseído como estaba por Asmodeo, el demonio de la lujuria, con una mano comencé a estrujar mi pene sobre el pantalón y continué imaginando sus movimientos y recreando el trajín al que aquella prenda había sido sometido. Imaginé a Sajar recién levantada dirigirse al cajón de la ropa interior para escoger justo aquella braga inocente. La imaginé entonces colocándosela con ese veloz movimiento ascendente hasta quedar ajustada en sus caderas y su entrepierna. Imaginé el primer contacto de la tela con la vulva velluda y olorosa y me estremecí de placer. Pensé entonces en la tela hundiéndose entre sus nalgas de armiño, adentrándose en la calida profundidad de su trasero. Fue entonces cuando el demonio terminó de inocular en mí su veneno más letal, su más mortífera ponzoña, el dardo más cruel jamás inventado para ...
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