1. Una deuda pendiente


    Fecha: 06/05/2022, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: femerba, Fuente: CuentoRelatos

    ... livianas y superficiales.
    
    En algún momento fuimos a visitarle a Miami, en Estados Unidos, donde estaba radicado. Lo encontramos felizmente casado, concentrado en labrarse un futuro profesional y fortalecer su situación económica en ese país. Durante nuestra corta estadía pudimos compartir con él y su esposa, Carmenza, quien se mostró muy amistosa y amable. La relación entre nosotros no pasó de lo socialmente aceptado. Y todo estuvo bien. Tal vez, en alguna conversación, rememoramos lo vivido en Alemania años atrás, y él llego a manifestar que, si alguna vez intentara proponerle algo a Laura, por ejemplo, yo, por puro respeto de su parte, lo tendría que saber. Al fin y al cabo, en ese vínculo, era una cuestión entre él y ella, hombre y mujer, libres de decidir. Y que él pensaba que había una deuda pendiente entre los dos.
    
    La verdad, nunca me preocupé por saber las intimidades del trato entre mi esposa y él en aquellas épocas. Me había parecido que toso se había dado dentro de lo esperado, pero nunca pregunté qué pasaba cuando ella y él quedaban solos. Nunca me preocupó. Y tampoco nunca supe si él en algún momento llegó a interesarse por mi esposa o a proponerle algo. Tampoco ella me comentó si se había presentado alguna situación que se saliera de control y no se pudiera manejar.
    
    Pasado un tiempo, Edgar volvió a aparecer de vuelta en nuestro país, por motivos de trabajo. Nos visitó en Cartagena de Indias, donde vivíamos por aquellos días, y nos comentaba que, por ...
    ... algún tiempo, iba a estar viajando regularmente entre Estados Unidos y Colombia, y que seguramente nos iríamos a ver con mayor frecuencia. Y así fue. Cada vez que aparecía, procurábamos compartir alguna actividad durante su estadía.
    
    Para esa época, ya mi esposa había tenido la oportunidad de calmar su curiosidad y tener relaciones sexuales fuera del matrimonio, todas consentidas, unas presenciadas por mí y otras a solas, de manera que, ya, digamos, manejaba mejor el tema, estaba más segura de lo que quería, me comunicaba sus deseos y no se armaba enredos a la hora de decidir qué hacer al respecto. Y siempre, ante ese tipo de situaciones, volvían a mi mente sus palabras de años atrás; el hombre propone y la mujer dispone.
    
    Sucedió que Edgar se volvió visitante frecuente durante dos largos años. Fueron bastantes las veces que coincidimos en actividades, comidas, paseos, espectáculos, bailes y noches de bohemia. Era evidente que, cuando viajaba, le faltaba distracción y nosotros, como anfitriones en la ciudad, se la proporcionábamos, al menos en parte. Y, pasado un tiempo, alguna vez, al calor de unas bebidas, me confesó que le gustaría proponer y que Laura dispusiera lo correspondiente. No me diga que le tiene ganas, comenté en aquella ocasión. Pues sí, dijo, ¿por qué no? Recuerde que yo soy hombre. Yo propongo. Bueno, dije, y cuál es su estrategia, si puede saberse. Nada especial. Esperar la oportunidad. ¿Por qué no? Pues sí, contesté yo, ¿por qué no?
    
    ¿Y no le molesta que ...
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