1. Reina por un día


    Fecha: 26/04/2022, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Wolfgang33, Fuente: CuentoRelatos

    ... un tono que no dejaba entrever en qué grado hablaba en serio o en broma: “¿Recuerdas que te dije que te trataría como a una Reina? Bueno, pues eso pienso hacer todo el sábado, y verás: los hombres perdemos el interés y las ganas cuando nos corremos. Si mi pene no queda contento, tu súbdito seguirá adorándote con gusto todo el día”. Ella se sorprendió, y se rio de nuevo. “¡Madre mía! ¡Esa contestación no me la esperaba! Pero hombre, así te quedas insatisfecho ahí, me da un poco de cosa, me hace sentir egoísta. ¿Seguro que estás bien conque las cosas acaben así hoy?”. Le contesté: “mi satisfacción está en tu placer”. Se rio de nuevo, incrédula pero divertida por la situación. “Claro, claro”, dijo; “y mis deseos son órdenes también, ¿no?”. Le contesté, un poco teatralmente: “solo si no son ofensivos a su divina condición, Su Majestad. Comprenderá que no puedo permitir que se rebaje a ser penetrada por un humilde siervo como yo, o a ensuciar sus manos cocinando”. Ella no quiso hablar más, demasiado extrañada ya por todo aquello. Se despidió entre risas y, dándome la espalda, se acostó; no sin antes darme, aún incrédula, una palmadita en mi pene erecto. “Pues nada, hasta mañana, “súbdito””. Ella no sabía cómo tomarse todo aquello, pero yo sabía algo que ella no: que el sexo es algo mágico y misterioso, capaz de transformarnos; que la penetración empodera al que penetra, y que el sexo oral empodera a quien lo recibe. Ella no se daba cuenta, pero poco a poco, la Diosa que habitaba ...
    ... en su interior salía a la luz e, imperceptiblemente, ya se sentía más femenina y más feliz.
    
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    Ana se despertó al día siguiente con su largo pelo hecho un laberinto, bostezando y rascándose a través del pijama, con una muy ligera resaca. Se sorprendió al ver que yo no estaba en la cama, y sonrió. “Menuda Reina estoy hecha”, pensó, “que me despierto y parezco más un troll que una mujer”. Yo la había oído despertar, y entré en la habitación con una gran bandeja de desayuno. “Con su permiso, mi Señora” le dije, depositando la bandeja sobre su cama y haciendo una reverencia. Ella me miró con la boca abierta. Había pastas de calidad y fruta pelada y cortada, entre otras cosas. “¿Y esto?” me preguntó. “Bueno”, le dije, “desconocía Sus gustos, así que lo he preparado con variedad”. “No me refería a eso. Yo estas cosas no las tenía, y la bandeja tampoco. ¿Y cuánto tiempo llevas despierto?”. “Hará un par de horas que me desperté. He bajado al supermercado y he estado preparando el desayuno. ¿Café?”. Mientras le servía una taza, me preguntó si había desayunado; le dije que había tomado fruta para tener energía, y que no necesitaba más. Ella, muy contenta, se colocó bien en la cama, y disfrutó de un buen desayuno sin necesidad de levantarse. Su rostro irradiaba luz, y no se apreciaban ya signos de que acabase de levantarse. Yo permanecí en pie a su lado, como un mayordomo; en no mucho tiempo, ella se había recostado como en un diván romano, y yo le servía la comida directamente a ...
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