1. Reina por un día


    Fecha: 26/04/2022, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Wolfgang33, Fuente: CuentoRelatos

    Ana se abraza a mí en la cama, mientras yo le besaba el cuerpo en la oscuridad de su habitación. La había conocido aquella misma noche en un bar. Iba vestida de forma más modesta que el resto de sus amigas, y daba una impresión de timidez. Al principio rechazó mis avances, diciéndome que no estaba interesada en ligoteos en estos momentos. Entonces le dije: “eso es porque nunca te han tratado como a una Reina”. Soltó una risa, pero algo picó su curiosidad porque siguió hablando conmigo.
    
    Seguramente fue el tono natural con que lo dije, porque lo pensaba de verdad. Aquella chica me parecía más linda que todas sus amigas, pero nadie más parecía verlo, pues su comportamiento recatado lo ocultaba. Las horas fueron pasando aquella noche de viernes a sábado y, quizá con demasiado alcohol encima, acabó invitándome a su apartamento.
    
    Nos desnudamos y nos sumergimos en la cama. Al principio nos besábamos y tocábamos, pero poco a poco ella dejó de hacerlo a medida que besaba y acariciaba todo su cuerpo, limitándose a abrazarme. Yo estaba enteramente centrado en ella, y buscaba la mejor manera de darle placer. Ella se iba dejando hacer, y poco a poco fui rodeando su clítoris, hasta que acabó pidiéndome que la lamiera. Comencé a darle placer oral, y ella gemía suavemente. Tuvo un orgasmo, pero no me detuve. Me pidió que la penetrara, pero le dije que todavía no. Seguí a ello, tocándole también los pechos y el cuerpo entero, buscando llevarla al éxtasis; cada vez gemía más. Volvió a ...
    ... pedir que la penetrara, y le dije que sí, en un ratito; pero seguí dándole placer oral. Ella empezó a agarrar las sábanas con fuerza, llena de tensión y, de forma natural y seguramente inconsciente, me enganchó el cuello entre sus piernas, forzándome contra su vagina, como diciendo: “¡Sigue! ¡sigue! ¡No se te ocurra parar!”. Al final, como en una explosión, tuvo varios orgasmos seguidos, gimiendo de forma primitiva y hasta violenta, y en aquel instante me apretó tanto entre sus piernas que no pude respirar. Finalmente me soltó, exhausta, y quedó tendida en la cama, sin prestarme atención. Yo me puse junto a ella y seguí acariciándola.
    
    Al cabo de un rato, se puso de lado, mirándome con curiosidad, y en la oscuridad pude ver que los gestos con los que se movía hablaban de una mujer más segura de sí misma que la que había conocido hacía unas horas, y su pose, apoyando un codo sobre la cama y su cabeza sobre la mano como una reina egipcia o una patricia romana, era tan sensual y femenina que nadie habría podido ver en ella otra cosa que una codiciada y atractiva mujer, la mujer que yo intuí en aquel bar. Ella, por supuesto, no se daba cuenta: estaba siendo simplemente ella, igual que en el bar. Me espetó de repente, curiosa: “oye, al final no me penetraste. ¿Por qué no? Te lo pedí varias veces”, acariciándome el pelo con una sonrisa coqueta y atrevida, añadió: “tenía muchas ganas de tu pene. Quería sentirlo ahí abajo. Es mucho mejor que una lengua, amiguito”. Yo le contesté, con ...
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