1. Yo soy la Paca


    Fecha: 29/01/2022, Categorías: Confesiones Autor: Thotem, Fuente: CuentoRelatos

    ... atareada, el jardinero le dijo que sí, que encontraría alguna tarea para la Paca. Entonces el capataz en tono despectivo dijo “aquí ponemos ese nombre a las vacas”. El jardinero le rio la gracia, no estando seguro si yo lo había oído.
    
    — No te preocupes Paca, es algo particular el viejo, pero no es mala gente, quizá su tosquedad te habrá impresionado. A veces parece sacado de una película de pistoleros — dijo riendo — ahora ve a regar en el invernadero las macetas.
    
    Pasé medio día haciendo pequeños quehaceres y al caer la tarde me sentí observada por el capataz a lo lejos, salí del invernadero debido al calor, él estaba en la explanada a unos cincuenta metros, imponente y altivo mirándome de forma descarada. Me sentí incomoda. Aunque mi estupor fue cuando se abrió la bragueta, saco su generoso pene y orino de forma abundante, para después mirarme tras sus gafas ahumadas y dar unas sacudidas al pene. Escupió en el suelo y se fue.
    
    A la mañana siguiente fui requerida por el capataz, con aire arrogante me dijo que subiera en su moto, que tenía unos quehaceres en la otra finca. Incapaz de reaccionar y cohibida acaté. Notaba el calor del motor de la moto y el sonido del escape de la moto llenaba mis oídos. Me agarre a su chupa y la sensación de libertad era bonita. Paró ante una pequeña cabaña, se quitó las gafas y pude ver unos ojos de mirada cansada pero penetrante. Me dijo que entrara. Su seguridad me abrumaba, pareciera que todo estaba pactado de antemano. Una vez en la ...
    ... cabaña fui tumbada y fui gozada, parecía un toro salvaje, tuve que mamar a fondo, succionar huevos, me aplicó un cunnilingus denso y penetrante. Después me montó en misionero, emitía bufidos roncos al mismo tiempo que me comía la boca, tenía gusto a tabaco, su barba picaba. Se vino dentro de mi, yo también me vine, lo disfrute, pese a lo tosco de la situación. Nada más terminar se vistió y me dio prisa para irnos. Todo era cutre y hortera, pero no sé qué había en mí que no me podía negar.
    
    A la mañana siguiente era mirada de reojo por el personal de la hacienda, me sentía extraña. Nada más entrar el capataz a la mañana siguiente me llamo a su pequeña oficina. Cerró y se quitó los pantalones quedando su pene como un mástil. Tuve que mamársela un buen rato, me atragantaba, me atenazaba la nuca, al final descargo un líquido espeso en mi boca. Salí con la cara roja, al pasar al lado de un mozo de cuadra me dio un Kleenex y me dijo “quítate el sobrante de los labios” tras una risa conejera. Al tercer día otra vez fui llevada a la cabaña, allí me dijo:
    
    — Hoy me vas a poner el culo.
    
    — Nunca lo he hecho — exclamé.
    
    Y ese día recibí mi primera enculada, fue algo duro, pero lo gocé.
    
    A la mañana siguiente volví a ser enculada, esta vez en las cuadras, al terminar la jornada.
    
    Llego el fin de semana y por fin pude ir a la ciudad, fui de compras, todo me parecía enorme, inmenso, elegí unos grandes almacenes y compré un bañador a topos, tanga en la parte baja o como se diga, ...
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