1. Memorias inolvidables (Capítulo 5): La matriarca


    Fecha: 20/01/2022, Categorías: Gays Autor: janpaul, Fuente: CuentoRelatos

    ... meses le siguió en la sepultura al lado de su querido esposo.
    
    Como mi padre aún no había heredado, aunque se había podido ahorrar unos dineros con los que compró casa y algún campo, la mayor parte de su riqueza en ese momento eran los naranjales y las casas de mi abuelo materno. «La rica era su mujer», decía mi padre entonces. Y la matrona se creyó eso que decía mi padre y dominó el cotarro familiar, erigiéndose en la mandamás. Solo tuvo un tropiezo muy serio para seguir siendo la matrona por excelencia, su último hijo, es decir, yo. Yo fui la corona de espinas de la matriarca. Yo quería a las empleadas de mi madre más que ella e hice lo posible e imposible para ganármelas a mi causa. Ella no era para mí una madre. No me quería, yo fui causa de su enfermedad, la que tuvo toda su vida y que pretendía ocultar pero ahí estaba. Una enfermedad rara que le producía obesidad y una bilis de malhumor y peor genio. Las empleadas se preguntaban, a veces estando yo delante, «¿cómo puede salir un chico tan dulce de una madre tan agria?». Recurrían por entero a mi padre, hombre dulce y amable, tan dulce y amable como que se acostaba con ellas a cambio de unas monedas. Y quien pagaba los trastos rotos era mi hermana Angustias.
    
    De mi madre tengo que reconocer algo que todo el mundo elogió, no tuvo otro hombre que a mi padre. Ella no se acostaría con nadie, todas sus malaventuras las vertía en hacer sufrir. Bueno, una excepción, seguro que se hubiera acostado con don Felipe, el cura ...
    ... del pueblo, si este se lo pedía, pero bastante tenía el bueno de don Felipe con los niños afeminados que le rodeaban. Esos niños parecían muñecas de feria para las niñas, limpitos, bien peinados, ropita bien planchada y zapatitos negros. Eran la cantera parroquial y mi madre era una de las catequistas y dama de la Caridad parroquial. Si don Felipe le pedía algo, su esposo tenía que esperar turno.
    
    De don Felipe nadie podía decir nada, porque nada sabía nadie. Se murmuraba que se metía a los niños bajo la sotana para que le mamaran la polla. Mi padre me prohibió ser monaguillo, muy a pesar de mi madre. En esto no prevaleció la Matriarca. Mis hermanos habían sido monaguillos con otros curas anteriores, pero con los rumores inciertos de don Felipe, mi padre, como otros padres, no nos dejaban pasar más adelante del quinto banco de la iglesia cuando íbamos a misa. Allí los veíamos a los otros niños, unos diez o doce que parecían de algodón vestidos con falda roja y camisón con puntillas. Mi padre se convirtió de la noche a la mañana en el ateo del pueblo al decir públicamente:
    
    — Mi hijo Ismael no tomará la primera comunión ni este año ni los siguientes, cuando cumpla los 18 que haga lo que quiera.
    
    Desde ese día mi padre dejó de ir a misa y ya no acompañó jamás a mi madre. Ese ejemplo cundió en casa, dejamos todos de ir a misa, excepto la «santa» de mi madre, como decía don Felipe, porque «tenía que soportar a un ogro comunista y ateo en casa y a los secuaces de sus hijos». ...
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