1. La Muerte bajo mi falda (Primera Parte)


    Fecha: 22/09/2021, Categorías: Incesto Autor: mariano9a30, Fuente: RelatosEróticos

    ... hasta que me hice mayor cuando vine a entender lo que pasaba. La última vez que compartí mi intimidad con Manolo fue aquella mañana de domingo cuando me hizo sentir mi primer espasmo de placer. Jugábamos como a menudo mi juego favorito:
    
    – Por aquí no se compra carne, por aquí tampoco, por aquí tampoco, por aquí siiii – Ese por aquí sí era mi totonita. Solíamos jugar cuando mi abuela estaba en la cocina. Pero esa mañana no me había puesto las pantaleticas, y me la sintió en una de esas cuando encontró donde se compraba carne. Sorprendido me dijo al oído
    
    – ¿No me digas que ya te están creciendo pelitos? – Orgullosa le dije que me estaba haciendo mujer. Aquello fue lo más delicioso que he sentido en la vida. Sobre la mesa donde abuela había preconizado la muerte de la sota de espadas, allí mismo abrió mis piernitas para darme el primer beso de mi vida. El primer beso entre las piernas. La mamada estaba en su segundo episodio cuando mi abuela nos sorprendió. Aquello fue un grito largo.
    
    – Mardita sea la oveja, de donde se ha sacau la lana, de la cual hicieron la sotana, del cura que te bautizó – Más temprano que tarde la maldición fue materializada sin clemencia. Esa misma tarde, en la plaza de toros. El cuerno le entró en medio de las piernas y Manolo murió desnucado al regresar a la arena. Cuando la abuela vio la hilera de hormigas rojas desfilando hacia la cocina y se detuvieron ante su presencia mi abuela replicó.
    
    – Me cago en la ostia, la sota de espadas era ...
    ... Manolo – Abuela sabía que si no me agarraba el chingo, me tocaría el sin nariz. Así que comenzó hacer los trámites para enviarme donde su prima Celina. Ella era la madre superiora de un convento de monjas, la única manera de salvarme de las garras del tío Pepe. Porque si fuera por la alcahueta de mi madre, ya me habría puesto a la disposición del aberrado de mi tío.
    
    Ya tenía el cupo en el convento, las maletas hechas cuando le dio un ataque cardíaco, y estuvo hospitalizada por varios días. Esa circunstancia que casi acaba con su vida no fue obstáculo para que el domingo no hubiera fiesta como todos los domingos.
    
    Después de un largo día de baile, cantos y palmadas, me fui a dormir temprano. Ya me había quedado dormida cuando Pepe se metió desnudo bajo mis sábanas. Afuera estaba encendida todavía la fiesta, se podían sentir las palmas y el continuo vaivén de los acordes de las guitarras, y temblar de las tablas bajo el polvoriento taconeo, todos en una misma procesión.
    
    Me había quedado profundamente dormida, como hipnotizada por el péndulo de los compases. Soñaba que bailaba desnuda y que mi tío Pepe me acariciaba. Sentía sus manos acariciándome marcando los compases con breves palmaditas en mis nalgas. Me acariciaba el entre piernas y las nalgas al punto que me orinaba las bragas. En la medida que mi sueño era más profundo, mas real se hacía mi fantasía. Sentí a Pepe tan hinchado entre mis piernas que se contraían para no dejarlo escapar. Mi vientre rugía como un volcán la ...