1. Cristina, una mujer prohibida


    Fecha: 15/09/2021, Categorías: Incesto Autor: Dain345, Fuente: CuentoRelatos

    ... mi emoción que perdí la noción del tiempo, y después de un rato me vine en su mano. El cálido y jugoso semen, se disparó sobre su mano y las sábanas, mientras yo tratando de no hacer ruidos, disfrutaba ese orgasmo que provocó mi hija. Al terminar aquella escena, ella salió de la habitación tan rápido como pudo.
    
    No pude pegar el ojo después de aquello, y dieron las 5:00 de la mañana, cuando escuché como se abrió, la habitación de arriba. Y como unos pasos hacían el recorrido desde la puerta hasta la cocina, en mi afán de buscar respuesta, me levanté de la cama, y abrí la puerta de mi habitación tratando de no hacer ruido.
    
    Salí lentamente de la habitación completamente descalzo, me dirigí a la cocina, al llegar, observé a mi hija, de pie cocinando el desayuno, con una bata de seda, que le quedaba muy corta. Eso me calentó, y solo de recordar lo que ella hizo en la madrugada me puso muy jarioso. Caminé hacia donde estaba ella y la abracé.
    
    -Buenos días, mi amor -dije mientras la tomé de la cintura y le daba un beso en la mejilla, y acercaba mi cuerpo de una manera en la cual, ella pudiera percibir el bulto de mi pene.
    
    -Buenos días, papá, ¿dormiste bien? -respondió.
    
    -Muy bien, tuve sueños muy buenos.
    
    -¿De verdad? –preguntó, sin dejar de mover los huevos en el sartén que preparaba para el desayuno.
    
    Traía puesta una bata de seda color negro, que de igual manera resaltaba su figura. Mientras yo la tomaba de la cintura y concebía una erección, la acercaba más a ...
    ... mí para que pudiera percibirla. Pues me coloque justo en medio de sus nalgas.
    
    -Sí, Fue muy placentero –Le dije, mientras le daba suaves besos entre su cuello y la mejilla.
    
    -¿Papá que haces? -Lo decía de una manera que pareciera disgustarle, pero a la vez, agradarle.
    
    -No te hagas, gracias por lo de anoche –respondí, en tanto, colocaba mi mano izquierda en su pierna, para levantar lentamente la bata y notar su ropa interior, un calzón cachetero de encaje negro.
    
    -¿De qué hablas? –lo decía mordiendo sus labios y con su respiración agitada. Aunque de alguna manera, luchaba en su interior para no caer en la tentación.
    
    -Crees que no me di cuenta de que entraste en mi habitación y me masturbaste.
    
    -No era yo -dijo.
    
    -Claro que eras tú –Repliqué. Acerqué mi mano al pantalón del pijama y me saqué la verga completamente erecta, mientras con la otra movía de lado su calzón.
    
    -Esto está mal, soy tu hija. No puedes hacer esto –exclamaba, entre tanto, levantaba sus nalgas y yo le daba un ligero empujón para tener la entrada de su vagina a mi disposición.
    
    -Lo deseas tanto como yo.
    
    Con una calma absoluta introduje mi firme miembro en la cálida vagina de mi hija. Sentir el calor, el escalofrió y el placer de saber que aquella mujer era prohibida. Sobre todo, el hecho de saber que era sangre de mi sangre, y era capaz de provocarme eso, me enloquecía.
    
    Comencé a embestirla de manera tan sutil que ella trataba de librarse, hasta que sucumbió al deseo y el placer carnal ...