1. Un profesor, una alumna y un colegio católico – Parte 4


    Fecha: 20/05/2018, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Xander_racer2014, Fuente: SexoSinTabues

    ... observándola hacer su fino trabajo, clavando su mirada en cada área que su lengua recorría, como si quisiera grabarla en sus retinas. Después me maravillaba con el espectáculo de ver a mi pija perdiéndose en su deliciosa boca. Lentamente, como si no existiera otra tarea en el mundo para ella, la chupaba con esmero, haciéndome desear que el tiempo se paralizara para inmortalizar aquel instante. En ocasiones le hablaba del liceo justo mientras estaba en plena chupada. - El profesor de matemáticas está bien caliente contigo. Dice que cuando te cruzas de piernas lo enloqueces y se imagina lo divino que debe ser meterte la verga y cogerte bien cogida… Por un momento desvió su mirada de mi pene para dirigirla hacia a mis ojos. Sin dejar de chupar y lamer mi glande, me sonrió con la picardía de una puta novata que estaba aprendiendo a enloquecer a los hombres y disfrutaba por ella misma y por lo mucho que a mí me divertía su nueva conducta. - Duarte y Morales, que se sientan detrás de ti en clase se pasan todo el tiempo mirando tu culo. En especial cuando te sientas bien erguida, casi en la punta de la silla, dejando espacio libre entre tu cuerpo y el respaldo. A veces pienso que se te van a tirar encima. Cecilia suspiró riendo y por un momento sacó mi pene de su boca, solo para responderme: - Lo sé… por eso lo hago… en un recreo se animaron a decirme muy en privado que querían hacer un trío conmigo… - ¿Y tú que les dijiste?… - Que tal vez… cuando maduren… en un millón de años… ...
    ... E inmediatamente volvió a llenarse la boca con mi miembro, pero sin dejar de sonreír. Comenzaba a sentirse poderosa a través de una sensualidad que jamás había sido parte de su forma de ser, pero que definitivamente había brotado con la fuerza de un manantial puro y cristalino, que la había renovado desde dentro hacia afuera. Era como si cada poro de su piel expeliera potentes descargas de sexo, capaces de atraer a cualquier incauto que se atravesara por su camino y encender inexorablemente el deseo de poseerla. Cómo había cambiado mi nena. De aquella adolescente triste, apática e inexpresiva que se sentía estúpida, ya no quedaba nada. Desde que conoció el placer de una buena verga y de ser dominada por un macho que le fijara bien claro sus límites, Cecilia había experimentado una notable transformación y yo me sentía el arquitecto de aquella escultural obra. Un nuevo chasquido de mis dedos le indicó a mi esclava que ya era suficiente lengua. Comenzó a incorporarse sobre mí, al tiempo que estirando su mano hacia mi mesa de luz, tomó un preservativo y se encargó de vestir adecuadamente mi verga, con el esmero con que una madre viste a su hijo para llevarlo a la escuela. Luego la montaba y comenzaba una larga y placentera cabalgata. En ocasiones como esa, yo la dejaba libre para elegir la forma y el ritmo de la relación. A ella le gustaba subirse y dejarse caer pausadamente, en varias subidas y bajadas, hasta que la tenía toda dentro. Después estiraba sus manos hacia atrás, ...
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