1. Un profesor, una alumna y un colegio católico – Parte 4


    Fecha: 20/05/2018, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Xander_racer2014, Fuente: SexoSinTabues

    ... era toda mía y que la verga que había provocado semejante transformación era la misma que yo usaba para mear. Aún más, me imaginaba cogiéndola bien duro delante de todos. Pero se sabe que eso no es posible. Ni loco que estuviera. Una lluviosa tarde de fines de invierno, de esas que invitan a coger… y coger… y nada más que coger, estábamos en casa… ¿adivinen haciendo qué?… ¡pues cogiendo!… sí señor. Pero el sexo no es solo coger y además mi esclava ya sabía hacer mucho más que eso. Los cristales de mi ventana estaban llenos de gotas que se deslizaban sin ningún apuro y se renovaban incesantemente por lo copioso de aquel aguacero, al igual que yo disfrutaba sin prisa y sin pausa de los masajes que Cecilia estaba aprendiendo a dar. Me aplicaba unos aceites especiales que intensificaban el calor del frotar de sus dedos. Eran delicadamente aromatizados, lo cual le añadía un toque extra de encanto. A bajo volumen, un cd de música erótica completaba un ambiente que invadía los sentidos. Yacía boca abajo, mientras ella, montada sobre mis glúteos, regocijaba cada músculo de mi espalda. Sus manos eran tan suaves que cada contacto de ellas con mi cuerpo significaba un deleite. Luego yo me daba vuelta y ella masajeaba todo mi pecho, luego mis abdominales y finalmente se ponía de rodillas entre mis piernas y flexionándose sobre mí, recorría toda mi verga rozándola con uno de sus pechos. Luego volvía hacia atrás y repetía la acción con su otro seno. Yo le había enseñado a no restregarlo de ...
    ... lleno, sino que apenas fuese un sutil roce, lento, suave, encendiendo mi placer sexual a límites de locura. Si hay algo que me cuesta explicar con palabras, es la extasiante sensación de aquella piel tan sedosa rozando finamente mi aparato, desde los testículos hasta la mismísima punta del glande, sin dejar un solo milímetro que quedara sin su deliciosa caricia. La calefacción hacía su trabajo permitiendo que a pesar de lo frío del clima, mis encuentros con Cecilia fueran siempre a plena desnudez. El brillo de su suave piel blanca y su sedosa y radiante cabellera rubia eran la misma luz de aquella habitación. Su cuerpo irradiaba el calor que me transmitía las más intensas sensaciones de vida. Ella era el sol de mi pequeño universo lujurioso. Cuando masajeaba mi pene con sus pechos, su cabello rozaba parte de mis muslos y mis caderas, y aquello era un placer aparte. Cuando la excitación me pedía más, yo solo chasqueaba mis dedos y Cecilia tomaba mi miembro con una mano y comenzaba a mamarlo. Al principio eran lamidas en el glande, para luego recorrer todo su tronco, descendiendo hasta mis testículos. Con extrema suavidad los lamía para luego introducirlos en su boca y succionarlos uno por uno, delicada y pausadamente. No cerraba sus ojos. Tenía expresas órdenes de no hacerlo. Debía mantener siempre el contacto visual. Tenía que adorar aquellos genitales que más tarde le darían su placer. Y vaya si lo hacía. Por si no fuese intenso el goce que me proporcionaba, yo me deleitaba ...
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