1. Control extremo


    Fecha: 17/04/2018, Categorías: Control mental, Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Intentaba no utilizar su poder a menudo por meras cuestiones morales, pero a veces resistir la tentación era simplemente imposible. Bastaba con que él diese una orden para que aquél a quien fuese dirigida tuviese irremediablemente que obedecerla. A veces pasaba sin querer, por lo que tenía que tener mucho cuidado de cada palabra que salía por su boca. Un día, por ejemplo, le dijo a su vecina "que te den por culo" y la pobre mujer acabó en un callejón siendo enculada por un par de delincuentes juveniles. En otra ocasión, dijo a su profesora de Matemáticas, aun en el instituto, que "le comiese el culo por debajo de los huevos". Sí. Adivinad qué pasó. Tranquilos, también ordenó a todos los testigos que aquello tenía que guardarse en secreto. Nadie dijo nada. Tampoco decían nada sus compañeras adolescentes, a las que se follaba salvajemente cada recreo. Tampoco hablaban las madres de sus amigos, a las que sodomizaba cada vez que iba a jugar a la play o a hacer la tarea. Sí, a veces estas cosas no pasaban porque se le escapase nada. A veces simplemente veía a una tía por la calle que estaba muy buena, y le decía "eh tú, bombón, chúpamela", y la chica simplemente lo hacía. Y si iba con el novio, le decía a él "tú, quieto ahí y no hagas ni un ruido, que tu novia necesita concentrarse". Su adolescencia fue increíble.
    
    En cualquier caso, en la actualidad siempre que utilizaba su poder era para salir de situaciones difíciles, no para abusar de nadie. Intentaba ser un chico normal. ...
    ... Sí, es cierto que de adolescente acabó follándose a absolutamente todas las mujeres de su pueblo, al menos las que le agradaban, pero ya era un adulto responsable y no quería volver a repetir eso. Al fin y al cabo, digamos que la estabilidad de su pequeño pueblo estaba... no muy bien. No quería repetir eso allá por donde iba, la sociedad y la civilización tenían que continuar. Y además, un gran poder conlleva una gran responsabilidad.
    
    Iba pensando en todas estas cosas en el coche, camino de la capital de la provincia, donde ahora residía, cuando se topó con un control de la policía. Pensando que no había cometido ninguna infracción, se detuvo y bajó la ventanilla. Un agente fornido y bigotudo se asomó. Era joven y lleno de tatuajes. No daba la imagen de policía sino más bien de segurata de discoteca. No le causó una muy buena primera impresión.
    
    —Buenos días, agente. ¿Algún problema?
    
    —Buenos días —dijo, con un deje de chulería y autoritarismo—. Te has saltado el stop del cruce. Has hecho un ceda, pero la señal es de stop, así que te voy a poner una multa.
    
    Esta era una clásica situación en la que se permitía a sí mismo usar sus poderes. No solo no le daba la gana de pagar la multa, es que encima ese gilipollas no tenía ni una pizca de educación. Sentía un gran respeto por las fuerzas de la ley, ojo, pero no por los chulos perdonavidas.
    
    —No, agente. No me vas a poner la multa. Y sé más educado.
    
    El policía se quedó callado un segundo, confuso.
    
    —De acuerdo, ...
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