1. Yo, mi marido y el sexo.


    Fecha: 07/05/2021, Categorías: Dominación / BDSM Tus Relatos Autor: Maica, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X

    ... largas y cuidadas como las debe tener una mujer, de modo que le hice un poco de daño, cosa que supe por el ruido que hizo a modo de queja. Tiré de la piel, que se estiró hasta los 7 cm como mucho, y le pregunté con una risotada: “¿que es esto?”. “No se”, me dijo. Su cara de pringado y la situación me generaron una mezcla entre excitación y ganas de maltratarlo, así que, con la palma extendida, le golpee las pelotas, que sí tenía de un tamaño normal. Cruzó las piernas en un acto reflejo, pero no pudo cerrarse bien porque no se lo permití, quería seguir golpeándole. Le mantuve las piernas abiertas a la fuerza, cosa que no me costó mucho, no se si porque en verdad quería que lo golpeara o si porque el muy nenazas tenía menos fuerza que yo, cosa que no sería de extrañar teniendo en cuenta que la testosterona es la hormona de la fuerza, y este hombre, desde luego, no tenía mucha. “Agh!”, gruñí de rabia al imaginarme al chico que se habían follado mis amigas y que tenía una polla funcional..., que coño, mucho más que funcional, tenía un brazo por polla, con erecciones estupendas. ¡Este desgraciado que me acompañaba no se podía decir que tuviera polla!. Le golpee más fuerte y con rabia. Me puse de pie en la cama y le planté el pie en los huevos, lo moví como aplastando una cucaracha, mientras le decía: “no tienes polla, me quiero follar a un hombre con polla”. El hacía como que lloraba pero en realidad no lloraba, era una especie de gimoteo, como siguiéndome la corriente. Me senté ...
    ... en su barriga y se la golpeé con la palma abierta como si fuera un caballo, a la vez que me movía como si cabalgara, pero lo hacía de forma muy exagera, como si estuviera encima de un caballo agresivo en pleno galope. Me intentó agarrar los pechos que se movían como locos en todas las direcciones, pero se lo impedí golpeándole las manos con agresividad, a lo que añadí, mientras me tapaba los pechos y con cara de odio y desprecio (aunque en el fondo me lo estaba pasando bien): “esto se lo reservo para un hombre de verdad”. 
    No se corrió, por supuesto que no, a pesar de que le hice una paja usando los dedos como a modo pinzas, que se quedaron grandes para semejante gusano, debí usar unos palillos chinos. Yo tampoco me corrí, ni tuve un orgasmo, aunque sí que tuve momentos de éxtasis y de locura que me hicieron sentir viva. 
    Terminé con la velada diciéndole: “no voy a seguir pajeándote hasta mañana, eres patético, no tienes testosterona, apenas la mantienes tiesa”. Le escupí en el pene, está vez sí que salió mucha saliva, y añadí: “hoy dormiremos entre meados, no te vas a bañar, y yo tampoco lo haré. Mañana, por suerte, no trabajamos, así que seguiremos sucios todo el día, quiero olerte a cinco metros. Quizás retomemos esa paja para que te corras, aunque dudo que sientas nada”. 
    Esa noche dormimos juntos en la cama llena de meados, saliva y sudor, él tumbado boca arriba y yo encima de él estirada sobre su barriga. Me di cuenta de que tuvo una erección cuando estábamos en esa ...