1. Yo, mi marido y el sexo.


    Fecha: 07/05/2021, Categorías: Dominación / BDSM Tus Relatos Autor: Maica, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X

    Mi marido es una basurilla patética con un pene ridículamente pequeño. Dicen que la naturaleza es perfecta, que no tiene fallos, pero resulta increíble que un hombre adulto, supuestamente diseñado para reproducirse, pueda tener una polla tan estúpidamente chica, es como un colgajo de piel que no tiene cuerpo alguno, un pene de recién nacido haría competencia al lado del de mi marido. 
    Cuando nos conocimos tardamos meses en hacer el amor, no es que él no quisiera, me lo pedía semana sí, semana no, como esperando que cambiara de opinión. Era yo la que lo rechazaba constantemente, porque su aspecto me resultaba penoso. No solo su pene era un pellejo de piel, aunque en aquel entonces aún no lo había visto, sino que también tenía una cara lechosa, y un pelo, que en realidad no tenía, que parecía una pelusa, poco densa y de pelo fino como el pelaje de un perro yorkshire, además de una barriga de 110 cm de diámetro (se la medí en su momento) y unos brazos y piernas delgados y poco musculados. Un hombre de bandera vamos. 
    Al quinto mes de empezada nuestra relación, follamos..., bueno no hubo coito, así que no sabría decir si cuenta como polvo. Ese día veníamos de dar nuestro correspondiente paseo diario, después de la cena, le estaba hablando de los cotilleos de mi entorno de trabajo. Concretamente, le hablé de un compañero muy sexy y varonil, que según me habían contado algunas compañeras, se había follado a media plantilla femenina de la empresa, incluyendo las que me lo habían ...
    ... contado. Cuando me lo dijeron, me lo imaginé impotrándolas y me puse cachonda. Me dijeron que tenía una polla que, según dijo Vero, alzando el brazo y con cara de golfa, le medía como su antebrazo. 
    Al contárselo a mi marido, como hombre beta que es, suspiró resignado por saber que me follaría con gusto a ese hombre. Nos sentamos en un banco y me comentó que aún era virgen, cosa que ya suponía, y que querría tener aunque sea una oportunidad de follar. Por su supuesto, no dijo follar, se siente tremendamente frustrado al emplear esa palabra, más propia de personas sexualmente activas que de eunucos como él, así que optó por decir relaciones sexuales. Ante su nueva proposición de tener sexo, sentí ganas de jugar un poco, aunque no deseo por él. 
    En el trayecto a casa casi no hablaba y caminaba mirando al suelo con el rostro inexpresivo, se notaba su falta de capacidad de seducción por todas partes, nada que ver con la cara del semental que teníamos en la oficina, llena de vida y con ojos muy sugerentes. 
    Llegamos a casa. Pensé en darme una ducha pero me apeteció hacerlo sudorosa y oliendo un poco fuerte de haber estado todo el día sentada en una silla. Mis bragas y pantalones estaban sudorosos y eso me hizo sentir una cochina muy sensual. Mi marido, en cambio, prefirió ducharse, quizás en la idea de que haciéndolo me iba a agradar más, lo que me hizo sentir cierta lástima. 
    El chico de la oficina, no se andaba con florituras, según me habían dicho mis amigas, se escupía en ...
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