1. Dulces artesanales


    Fecha: 05/01/2018, Categorías: Dominación / BDSM Autor: SexNonVerba, Fuente: CuentoRelatos

    Bajo el sol intenso de las dos de la tarde, Estefanía conducía en línea recta a través de la vasta llanura. Afuera, la pampa parecía infinita. Dentro de la cabina del Honda Civic la potencia del aire acondicionado anulaba el calor húmedo y agobiante del exterior. De todas formas, la mente de Estefanía ardía producto de los insidiosos comentarios de su madre, Rosa, que viajaba a su lado. Del asiento trasero provenían los aullidos provocadores de los niños que parecían ensañarse con ella toda vez que la percibían debilitada o a punto de perder el control. Estefanía se preguntaba una y otra vez en qué momento pudo haber pensado que irse de vacaciones al campo, con los mellizos y con su madre, podría haber sido una buena idea. Ellos eran su familia, sí; su única familia. Pero el sentido de aquella palabra se le desvanecía entre los dedos.
    
    -Quiero preservar a mi familia- le había dicho Sergio, sin pelos en la lengua, luego de informarle que se marcharía a España para siempre con su verdadera esposa y sus legítimas hijas; su verdadera familia; su única familia. Entonces Estefanía se acarició el vientre con ambas manos, como queriendo recordarle que los mellizos que crecían allí también tenían algo que ver con él; que a pesar de todo también eran su familia. Que a ella podría abandonarla, pero que eso no cambiaba las cosas respecto de la paternidad... Pero no pudo decir una sola palabra. Apenas derramó dos lágrimas pesadas mientras frotaba su vientre en círculos lentos y ...
    ... autocomplacientes.
    
    A partir de aquel momento entendió perfectamente cuál sería el lugar que ocuparían en la vida de Sergio las tres almas que habitaban su cuerpo: absolutamente ninguno. “Preservar a mi familia” los excluía de todo, a ella y a sus futuros mellizos. Dos días después Sergio se mudó a España y ella se quedó, de este lado del Atlántico y del ecuador, con un embarazo doble de tres meses.
    
    Todo aquel asunto le recordaba su madre mientras recorrían los interminables seiscientos kilómetros de pampa húmeda. Ya estaban regresando y eso era un alivio para Estefanía, pero el viaje se estaba tornando insoportable. Su madre, Rosa, parecía decidida a utilizar el tiempo muerto del viaje para torturar psicológicamente a su hija:
    
    -¡Ya tenés treinta años, nena! ¡Parece mentira! -En rigor Estefanía estaba transitando la última semana de sus veintinueve, pero a Rosa le gustaba anticiparse. Sobre todo, si con ello podía generar más angustia.
    
    -Los años pasan para todos, mamá. -Dijo Estefanía en un susurro sin quitar los ojos de la ruta.
    
    -Sí, si… Yo estaré vieja también, pero ese viejo verde te cagó los mejores años de tu vida. Y no me lo vas a negar… Porque la primavera ya pasó, eh- Como siempre, su madre había escogido el camino más escarpado- ¿Y ahora...? ¿Hay que ver quién se quiere comprar un “combo” de mellizos? ¡Imaginate un tipo de tu edad! ¡Soltero! ¡Con ganas de empezar algo! ¡¿Mellizos?! Si, si… mañana te llamo- Exhaló aire al techo para aportarle mayor dramatismo a ...
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