1. Dulces artesanales


    Fecha: 05/01/2018, Categorías: Dominación / BDSM Autor: SexNonVerba, Fuente: CuentoRelatos

    ... coche. Allí estaba el Honda Civic tal como lo había dejado, junto al gran letrero que aún seguía en pie de pura casualidad. Aun le temblaban las piernas de placer. Con aquella sonrisa dibujada volvía a tener veinte años. Rejuvenecer era posible.Solo hay que conocer la fórmula, pensó. Sus muslos chorreaban dulce de higo y esperma de Sandro por partes iguales. Y eso le resultaba de lo más divertido y cachondo. Miró hacia la inmensidad de los campos que rodeaban aquel insólito lugar, entonces la abordó una extraña sensación de ensueño. Mientras se acercaba al coche, la intensidad de la luz solar y el sonido ensordecedor de las chicharras le devolvieron, poco a poco, su sentido de la realidad. Pero de una realidad mejorada.
    
    Entró al Honda y se sentó despacio sobre la butaca de cuero, luego cerró la puerta. Los mellizos y su madre, todos plácidamente dormidos. Otra vez la sensación de irrealidad. ¿Qué había sucedido? ¿Todo había cambiado de repente? ¿El mundo había evolucionado? ¿El universo ya no era el mismo? ¿La historia había sido escrita de nuevo por algún dios benevolente mientras mantenía aquella insólita experiencia en el almacén?
    
    Se ajustó su cinturón de seguridad y cuando estaba por poner en marcha el auto volvió a ...
    ... verlo. Allí estuvo siempre, de pie, frente a ella; con aquella leyenda que recién ahora podía comprender cabalmente:dulces artesanales. Ahora estaba claro. Todo estaba en el lenguaje. Nada había cambiado en esencia.
    
    -¿Estefanía?
    
    -Hola mamá. Te quedaste dormida. -Rosa la miró con una mezcla de desprecio y desconfianza mientras bostezaba y se estiraba como una hiena.
    
    -¿Qué trajiste para Zulma?
    
    -Creo que deberías ir y elegirlo vos, má. Hay de todo ahí adentro.
    
    -Ves que no servís para nada. -Sin más se bajó del auto y se alejó hacia la entrada del almacén. Estefanía la seguía con la mirada hasta que Rosa se perdió de vista tras la cortina.
    
    Nada en el mundo había cambiado en esencia cuando Estefanía arrancó el silencioso motor del Honda; ni cuando puso directa en su caja automática; ni cuando los neumáticos volvieron a rodar sobre el calor del asfalto. Aquella máquina maravillosa podía alcanzar los ciento cuarenta kilómetros por hora en menos de diez segundos.
    
    -¿Má?
    
    -¿Sí, mi amor?
    
    -¿Y la abuela Rosa?
    
    -La dejamos atrás. Ahora solo somos nosotros tres.
    
    -Ah. -Acto seguido, Marcos se acomodó sobre su butaca y continuó con su siesta.
    
    Había que preservar la familia.
    
    SexNonVerba dixit // abril, 2016 
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