1. Buscando la mujer 10: las usadas


    Fecha: 31/03/2021, Categorías: Confesiones Autor: Horny, Fuente: CuentoRelatos

    Para un "amigo" de cuyo nombre no quiero acordarme.
    
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    A sus 39 años, Santiago era lo que podría llamarse un solterón. No llegó a mi consulta por iniciativa propia sino porque una de sus novias le pidió, o mejor, le suplicó, que pidiera ayuda profesional. Era un hombre alto, bien parecido, algo cortante, desconfiado, inteligente, educado y económicamente próspero. Mostraba esa extraña combinación que fascina a las mujeres con instinto suicida.
    
    Había estudiado ingeniería, pero estaba dedicado a las finanzas y desde hacía quince años dirigía la sucursal principal de una importante empresa. Su filosofía de vida giraba alrededor de la excelencia. Ordenado, autoexigente y quisquilloso, nunca se pasaba de la raya ni la pisaba. No llegaba tarde, pagaba por anticipado, no contraía deudas, no decía malas palabras y jamás perdía la compostura. Una extraña mezcla de alemán de la posguerra, inglés clásico y cirujano plástico.
    
    Sin embargo, esta aparente pulcritud comportamental estaba lejos de configurar un estilo santurrón. Santiago no tenía un pelo de tonto, de nerd o de cándido. Le encantaban las mujeres, las emociones fuertes, los deportes extremos, las juergas y rumbas pesadas, y practicaba activamente el sexo en todas sus formas. Aunque no tenía muchos amigos las amigas le sobraban. Las había ido acumulando a lo largo de la vida y cumplían la función de soporte social en aquellos momentos de ocio cuando la soledad se volvía irritante.
    
    Cuando le pregunté por qué ...
    ... no se había casado contestó: "No me hable de eso, ha sido mi mayor dolor de cabeza. Es muy difícil dar con alguien que valga la pena". En los últimos siete años había tenido veintidós novias "formales" y un montón de aventuras intrascendentes.
    
    Aceptaba el matrimonio como institución, quería tener hijos y todo lo demás, pero según él, había que pensarlo muy bien: "En esto uno no se puede equivocar, es una decisión que se debe tomar con la cabeza fría y los pies en la tierra. Aquí no puede haber errores ni reversa". Para Santiago, casarse significaba entregarle la mitad de la vida a una desconocida. La unión conyugal no era percibida como la alianza entre dos sujetos independientes, sino como una asociación molecular donde cada uno desaparecía en el otro: la creación de un Frankenstein afectivo. Esta tétrica visión del vínculo nupcial lo colocaba a la defensiva durante las veinticuatro horas. Debía estar totalmente seguro de que la fusión amorosa no resultara dañina a sus intereses. Por tal razón, la espontaneidad natural y fluida que debería acompañar cualquier aproximación empática, se convertía para Santiago en una responsabilidad agobiante y extenuante: "No puedo equivocarme".
    
    De este modo, cada mujer era sometida al más minucioso escrutinio. En el término de dos o tres meses la novia de turno era literalmente invadida en su privacidad. Familia, conocidos, historia personal, enfermedades, gustos, creencias y aspiraciones, todo era revisado y rigurosamente esculcado. ...
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