1. Usted mira en dos direcciones


    Fecha: 05/01/2021, Categorías: Confesiones Autor: FilosofoAullado, Fuente: CuentoRelatos

    ... es un sueño. Pero no, es realidad, y me sujeto de sus caderas para comprobarlo y para atraerla hacia mí y metérsela más profundo. Usted gime y tiene no sé cuántos orgasmos. He dejado de contar, ¡Por fin!, he dejado de contar. Me han dejado de interesar los números, ahora sólo me interesan los instantes. Bombeo, voy y vengo, soy el mar, soy el cielo, soy Dios; usted es la ofrenda, el veneno, el pecado, la dulzura que combina a la perfección con la forma de mis manos, con la avidez de mi lengua, con la dureza de mi pene.
    
    Tomo de nuevo el lubricante. Le pongo en el culo, lo masajeo, borrando las posibles huellas rojas que hayan dejado mis azotes. En el masaje, meto un dedo en su ano. Usted brinca. Me imagino que eso tampoco lo esperaba. Para tranquilizarla, la masturbo con la mano derecha mientras con la izquierda lubrico perfectamente su culo. Pongo más en mi pene y estoy listo, fricciono mi sexo contra sus nalgas y siento que me voy a volver loco de excitación. Una locura que prefiero mil veces a la razón seca del trabajo. Meto apenas el glande cuando repara. No, ahí no, dice. Eso sí no, ¿Nunca lo has intentado? Pregunto. Intentado sí, pero me duele mucho, le dije que mejor no a mi marido. No todos son expertos, le digo. Muchos hombres lo hacen bruscamente, te prometo que no le dolerá mucho. Está bien, dice a regañadientes. Me hinco frente a usted y meto mi lengua en su agujero, lamo, chupo. Muerdo sus nalgas y vuelvo al ataque, chupando, mientras tanto le acaricio las ...
    ... piernas y los muslos. Meto mi lengua lo más hondo posible. Masajeo sus nalgas, acaricio los alrededores del agujero presionando apenas, acariciando como un pianista experto. Lubrico más y me pongo de pie para penetrarla muy despacito. Entra apenas un poquito el glande cuando usted grita, le meto otro poquito, y luego todo. Pareciera que se va a desmayar, pero la sostengo. Comienzo a masturbarla salvajemente, dando pequeños golpecitos en la vulva. Eso la excita. La excita más de lo que yo o usted hubiéramos imaginado. No se percata ni siquiera de que no le he sacado el pene, lo tengo bien clavado hasta adentro de sus entrañas. Usted grita de placer. Pero cuando hago un esfuerzo para sacar mi pene y volverlo a meter, usted se percata y vuelve a gritar de dolor. La masturbo y vuelve a gritar de placer. Y en esa dinámica nos sumergimos, hasta que mi verga ya entra y sale libremente por su culo, usted aprieta y eso hace que mi miembro se ponga más grueso. Se nota que esa mezcla de dolor y placer es totalmente nueva para usted. Grita, Gime. Se retuerce. Se desvanece. Arroja el culo con más fuerza. Meto mis dedos en su boca mientras la penetro despiadadamente. Humedece. ¡¿Le gusta?! Le pregunto agitado. Me duele y me gusta, contesta. No sé. No sé. Yo sé que le gusta porque cada que la saco usted me para el culito pidiendo más, le digo. Usted intenta reírse pero en ese momento la vuelvo a embestir salvajemente, esta vez apretando sus pezones y masturbándola alternamente. Oh Dios, oh ...
«1...3456»