1. Usted mira en dos direcciones


    Fecha: 05/01/2021, Categorías: Confesiones Autor: FilosofoAullado, Fuente: CuentoRelatos

    ... mejillas. Le pregunto que si me detengo; usted dice que no, que está bien, tan sólo que no se lo esperaba. Le pregunto que si es la primera vez que se traga el semen. Me dice usted que sí. Me excita esa revelación, me gusta haber tenido ese honor. Le digo que a los hombres nos gusta, y usted dice que de ahora en adelante lo hará con su marido, y, agrega, que sólo espera que no pregunte dónde aprendió. Los dos reímos de nuevo.
    
    La invito a ponerse en pie y usted accede. La tomo de la mano para guiarla. Le digo donde ponga las manos. Es el mismo sillón en donde estaba sentada. En el tocadiscos sigue sonando jazz, pero no reconozco la pieza. Le sirvo más champán y le doy a beber en mi copa. En la misma copa me sirvo yo y bebo de un trago. Le sugiero la posición, le abro las piernas; le quito la blusa. Veo a través de los ventanales, los últimos rayos del día y los primeros de la noche se mezclan en una belleza estética que supera a mis sentidos. Me siento en ese momento: observando la belleza del cielo, con una copa en la mano y una mujer hermosa de piernas abiertas frente a mí, el ser más feliz del mundo. Inundo la recámara con mi felicidad. Me parece que el universo entero sonríe a través de una estridencia jazzística que me estremece los huesos. Acaricio su cabello. Beso su nuca, la espalda, cada línea, cada pequeño detalle que la hace fascinante y única. Cada curva de su cuerpo, cada recta, cada laberinto y cada poro. La magreo con mis dedos. Usted tiene otros dos ...
    ... orgasmos así, de espalda a mí, con el culito parado. Yo le susurro al oído poemas de amor que recuerdo, incluso algunos de Neruda y eso que detesto a Neruda, pero son los que recuerdo. Le recito poemas de amor mientras la masturbo. Le beso el culo y se lo muerdo. ¿Acaso usted intuye lo que viene o por qué endurece el culo y, a la vez, lo para aún más?
    
    Haciendo huequito con la mano, la nalgueo. Fuerte pero teniendo cuidado de no dejar huellas ni cicatrices. Usted me dice lo mismo, que no le vaya a quedar marca. Será una tunda invisible, contesto riéndome. La azoto cada vez con más fuerza, una nalga a la vez. La inclino un poco más, y la azoto con fuerza, el sonido del jazz con el sonido de la piel azotada combina perfectamente. Es un éxtasis blanco la armonía. En ese momento saco de mi portafolio un lubricante. Lo paso por mi pene y por su vagina. Huele a cereza. No me gusta el olor, pero es demasiado tarde. Es el único que tengo. Penetro, entonces, en una vagina que me recibe con placer. Los primeros embates entra apenas la punta. Yo estoy de espalda a usted, pero usted se inclina un poco más, y entro más profundo. La penetro con total soltura, usted me succiona, yo acaricio su monte de venus. Aprieto sus pechos hermosos y delicados, aprieto sus pezones, durísimos. En la oficina, siempre que usted se paraba al lado de una silla o sillón, me la imaginaba así, inclinada, recargada, mientras yo le metía la verga durísima. Así ocurre justo ahora y me espanta y me fascina. Pienso que ...
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