1. Mi primera paja a los diez años


    Fecha: 21/12/2020, Categorías: Masturbación Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    Cuando aún no cumplía los diez años, un grupo de amigos y yo, decidimos subir a la azotea de nuestras casas en busca de alguna nueva aventura. Y en esa azarosa misión andábamos, saltando bardas y buscando travesuras, cuando al llegar al techo de la casa de mi abuela encontramos a mi hermano mayor que yo (de unos 16 años de edad) en plena paja, o más bien después de una buena chaqueta. Aún tenía la verga bien parada y palpitante, con su gruesa cabeza bien hinchada y roja escurriendo semen y en el piso chorros esparcidos de sucesivas venidas anteriores. Hasta entonces nunca le había visto la verga a mi hermano y me sorprendió darme cuenta de que poseía un ejemplar bastante viril: una verga muy blanca y gruesa, muy cabezona de tamaño mediano, que por lo que se veía era muy bien atendida por su diestra mano Esa mañana como consecuencia del fragor de la batalla, habían chorros de leche fresquecita recién eyaculada que yacía impactada en el piso, con tal abundancia, que seguramente daba cuenta de una larga sesión pajera. Al lado de los chorros de semen, había unos fósforos que se habían apagado intencionalmente con este líquido esparcido. Mi hermano era un tipo alto, blanco, bien parecido pero un tanto solitario que vivía con mi abuela y que seguramente se consolaba con este deporte de la paja. Casi puedo imaginarlo escoger la azotea como el único lugar seguro para su secrecía, alejado de toda posibilidad de ser visto por mis tíos o mi propia abuela, que por cierto era ...
    ... bastante mojigata y espantada. Mi hermano entonces se habría despertado muy caliente esa mañana y habría esperado a que amaneciera para dar rienda suelta a su soledad, chaqueteándose esa verga cabezona que poseía, hojeando un revista donde hubieran algunas chicas desnudas o en bikini que les sirvieran de inspiración e incrementaran su excitación, ya que dentro de su casa no se sentía en la confianza de utilizar el baño o su recamara. Por su edad, debía estar atravesando por esa etapa en la que a los varones cualquier cosa nos pone bien calientes, desde el roce de la ropa o el simple acto de caminar, cosas te ponen ponen el pito bien parado, sobre todo si llevas algunos días sin vaciar tu arma. Es precisamente esa época en la que no sabes dónde meter ese carrujo de dinamita siempre dispuesto a introducirse en una rendijita y disparar a placer; no importa quién sea la musa, puede ser una vecina que aparezca en la mañana, o tu tía que tiene buenas piernas o simplemente alguien de la familia que la sorprendes en poca ropa o qué sé yo. Te la chaqueteas con cualquier pretexto, que puede ser una foto, una película o cuando no puedes dormir. Te buscas un lugar propicio o te acomodas en tu cama y previa liberación de la ropa que te estorba, comienzas a explorar suave y escrutadoramente tu verga, repasando toda su anatomía desde su base hasta el hongo y luego esa piel suave que la cubre, hasta ponerse bien parada y dura y conforme la acaricias responde aumentando su tamaño y su grosor, ...
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