1. La putísima madre (Capítulo 2)


    Fecha: 18/10/2020, Categorías: Incesto Autor: juliomarkov, Fuente: CuentoRelatos

    ... enrojecidas a causa de las fuertes nalgadas que le había metido y me preguntaba cómo podía ser que tuviera el culo tan duro y tan parado a su edad, cuando ni siquiera se la veía hacer ejercicio. Mis palmas aún continuaban enrojecidas, pero por las terribles pajas que me metía en su homenaje.
    
    Las llamadas perdidas de mi novia se acumulaban en mi teléfono. Yo trataba de evitarla por todos los medios. Mi madre era la única hembra que existía y no había lugar en mi vida para ninguna otra. Piensen en lo terrible que puede ser para un chico que su madre esté diez veces más buena que su novia y sea cien veces más puta.
    
    Como era previsible, decidí no presentarme para rendir los exámenes, es que en ese momento tampoco había lugar en mi vida para otra cosa que no fuera homenajear el cuerpo de mi progenitora, una y otra vez.
    
    Como forma de compensar mi falta —esto fue lo que creí yo en un primer momento—, mi vieja me impuso la rutinaria tarea de lavar la ropa. La cosa era sencilla: sólo debía recoger la ropa sucia del baño, meterla en el lavarropas, poner un poco de jabón y encender el aparato. Fácil. Sin embargo, yo le había agregado un paso intermedio: cuando entraba al baño, primero buscaba en el cesto de la ropa sucia la braguita que mi vieja se había quitado recientemente. Entonces me la restregaba por la cara para sentir su delicioso olorcito a concha, que había descubierto que me ponía a mil. Finalmente, me envolvía la pija con la prenda y me pajeaba hasta que me salía ...
    ... la leche a borbollones. Como comprenderán, esto le agregaba complejidad al procedimiento, pero también infinito placer.
    
    Además, como parte del castigo, debía colaborar en el tendido, destendido y doblado de la ropa lavada. De esta manera, me di cuenta de que lo que en realidad buscaba la perra era asegurarse de que yo estuviera todo el tiempo en contacto con sus tangas, las cuales se habían multiplicado en la última semana cambiando la estética del tendedero en forma radical. Ya casi no se veían calzones colgados en las cuerdas, como se habían visto toda la vida, ahora era pura tanga, cada una más pequeña que la otra. Esto me confirmaba que, aunque ella se mostrara con mirada seria e indumentaria decente en esos días, la Sra. Hyde definitivamente había ganado la batalla dentro de su cerebro. A mi padre no parecía llamarle la atención este hecho inusual, pero, como verán, él tenía la cabeza en otra cosa.
    
    El miércoles mi viejo llegó a casa con la sorpresa de que por fin se había hecho efectiva la ya mentada sucesión. Mi madre celebró con júbilo la buena noticia y ambos se dieron un fuerte abrazo. Yo pregunté por los detalles creyendo que se trataba de algo menor, pero para mi sorpresa resultó que el legado era millonario en inmuebles, terrenos y dinero en efectivo. Éramos ricos. Nunca había visto tan feliz a mi viejo. Éste, con visible entusiasmo, nos propuso conocer a la brevedad una de nuestras flamantes propiedades: la casa de la playa, la que al parecer ya teníamos ...
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