1. un negro para mi solita


    Fecha: 16/10/2020, Categorías: Intercambios Autor: iccs, Fuente: SexoSinTabues

    A mis 42 años creía haber vivido lo suficiente en la vida, pero algo sucedió que no me esperaba, tengo un matrimonio normal, de clase media, y aspiraba a pasar una semana de vacaciones en las playas del Pacifico Colombiano, llamado Ladrilleros, un lugar con un turismo artesanal, con construcciones de madera y un poco selvático. Habitado por negros en su mayoría y viajamos con mi marido con la intención de pasar varios días tranquilos, dedicados al ocio, la lectura, baños de mar y descanso. Durante el viaje hacia un calor infernal, yo tenia puesto un shorcito blanco, un poco altico, una camisetita rosadita que me llega al ombligo, y debajo mi ropa habitual, lo más apropiado para un día caluroso donde el trayecto a la isla nos deja prácticamente emparamados, producto del agua arrojada por las olas del mar que nos salpican sin piedad dentro de la lancha; a mi lado derecho esta mi esposo, al lado izquierdo se sienta un muchacho fornido, de color, de unos 27 años aproximadamente, quien durante todo el trayecto no hace sino intentar el roce de mis pechos, con su brazo, en un principio me fastidió, pero luego lo acepté y me pareció divertido, y deje que rozara mis senos con rítmicos masajes, siguiendo el movimiento de la lancha. Nos alojamos en una cabaña en Ladrilleros, por la noche mientras cenábamos en un restaurante típico del lugar, le comente a mi esposo lo sucedido y lo incomoda que me había sentido, al tener que viajar de esa forma y él sonrió pícaramente y me pregunto… ...
    ... y te éxito mucho? Yo sonreí y le respondí con otra pregunta, y tú qué crees?. Al día siguiente, me entrego de sorpresa una linda tanguita, hilo dental, con un sostén que escasamente cubre mis pezones, acompañado de una salida de baño transparente del mismo color de la tanga, y me dice… para que la luzcas en la playa, le digo que está muy pequeña, pero me convence para que me la ponga basándose en que había poca gente en la isla y éramos unos desconocidos. Además le gustaría ver la reacción de los hombres que me miraran, me sorprendió, pero como él es tan liberal no le discutí pues la playa estaba bastante desocupada, muy pocos bañistas, ya que no era temporada de turismo. Acordamos que pasearía sola, pero el estaría atento a unos metros atento a cualquier imprevisto. Cuando llegamos a la playa me sentí extraña, la parte de arriba del sostén no era mucho lo que me tapaba y sentía la mirada sobre mi cuerpo de algunos hombres que pasaban cerca, pero después de un tiempo me gustó sentirme deseada y dejó de disgustarme. Así pasaron los dos primeros días sin mayores detalles que narrar, mi marido me comentaba por la noche lo que había observado, de cómo me miraban y los comentarios que hacían en voz baja, sobre lo provocativa que yo estaba. Eso me excitó mucho. Al tercer día, mientras tomaba el sol boca abajo, siento la voz de alguien que me saluda: “que alegría verla, y porque tan solita? Usted es la señora de la lancha verdad?. sin quitar su mirada de mis nalgas, lo miro con ...
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