1. Noche de pasión en Lisboa (XIII): Io Saturnalia


    Fecha: 17/09/2020, Categorías: Sexo en Grupo Autor: alfredo1257, Fuente: CuentoRelatos

    ... valor, ni su origen cierto, pero calculo que deben ser de principio o mediados del siglo XIX, y su factura es comparable a la de las imágenes que he visto en pasos de Semana Santa, aunque lógicamente mucho más pequeñas. El Portal es un edificio en el que el Hijo de Dios jamás habría nacido, ya que quiso nacer como pobre. Representa un trozo de un castillo o palacio con los sillares de piedra escuadrados y sostienen el tejado del pesebre dos columnas gemelas de orden corintio, realizadas en malaquita, cuyo lujo es incompatible ya no con el concepto de pobreza de El Salvador, si no que es imposible que fuesen erigidas para sujetar el techo de una cuadra. Semejante conjunto debería estar permanentemente montado y expuesto, protegido por una urna de cristal. Lo comentaré con Amália, es un pecado o por lo menos delito grave, el tener semejante obra de arte embalada.
    
    Mientras estoy manipulando las piezas, oigo a mis espaldas el teclear suave de unas uñas sobre el piso. Al girarme me encuentro a Bolacha, sentado mirando hacia mí con cara de humillación, mientras emite un gañido. Sobre la cabeza lleva atados unos cuernos de trapo, en lo que supongo que representa uno de los renos de Santa Claus. Debe ser producto de la magia de la Navidad, porque inmediatamente en mi cabeza escucho con toda claridad la voz del perro, recitando en perfecto español los primeros versos del primer soliloquio de Segismundo en “La vida es sueño”:
    
    - Apurar, cielos, pretendo,
    
    - ya que me tratáis ...
    ... así,
    
    - que delito cometí
    
    - contra vosotros, naciendo.
    
    Llevado por la situación, y aún no se bien el por qué, entablo una conversación con el perro:
    
    - No te quejes, mírame a mí. Soy el patrón y me ha obligado a ponerme este ridículo gorro. Y tú te has salvado de tener que llevar un collar con brillantes. Además, da gracias a Dios de que Paulinha te recogiese del contenedor de basura donde te tiraron cuando eras un cachorro. Créeme, mejor dueña no ibas a encontrar y para ser un perro, tienes una vida envidiable.
    
    Sin contestarme, el can se levanta, y con el rabo entre las piernas y la cabeza gacha en actitud humillada, se va hacia la cocina. Supongo que va a quejarse a Amália, pero no creo que se libre de los cuernos de trapo, de momento.
    
    Por supuesto en la quinta no hay un triclinio, así que Marta y Paulinha, en un alarde de imaginación han convertido el Chesterfield de cuatro plazas y la mesa cafetera en un improvisado refectorio de la antigua Roma y pretenden comer tumbadas en él al más puro estilo patricio.
    
    En un latín macarrónico, llevan todo el día refiriéndose a mí como “Alfredus”, ignorando que mi nombre es de origen germánico, pero con los nombres femeninos el cochino les ha salido mal capado y no han sido capaces de latinizarlos.
    
    Mientras les sirvo la comida, Paulinha, como reina de las Saturnales, me exige que me dirija a ella con el apelativo de “Domina”, tratándome con una displicencia tal, que hay momentos en que tengo que meterme las manos en ...