1. Tres hombres y tres mujeres


    Fecha: 11/08/2020, Categorías: Anal Autor: Capitan Black, Fuente: CuentoRelatos

    ... hablaremos de trabajo, todos a divertirnos!
    
    Otra visión fascinante nos sirvió la comida. Una chica de color, de no más de veinticinco años, de un escaso metro sesenta, negra, con rasgos claramente blancos, con un pequeñísimo delantal (por toda ropa), se movía alrededor nuestro con un andar felino. No dijo palabra, pero de pronto (mientras yo calculaba el tamaño de sus pezones) se quedó unos instantes mirándome, hasta que Melinda dijo con vos severa Meri, ya está, puedes ir. Se alejaba y miraba sus nalgas negras, altas y duras. ¡Dios mío! No sería nada fácil Comimos, charlamos y mencioné que me retiraría a descansar. Por la noche definiríamos la ruta a seguir. Melinda dijo que descansaría y Marian le preguntó a su esposo si la necesitaría, Robert tiernamente la dejó marchar. Ambos amigos se quedaron en la piscina. Yo estaba aún sentado, Melinda pasó al lado de Marian y vi claramente como ambas, disimuladamente se rozaban las manos, entonces, mientras me levantaba miré a ambas y en sus ojos hablaba un secreto.
    
    Tratando de aceptar que aquellas miradas y caricias solo eran casualidades, traté de dormir. Un rato después unos sonidos me despertaron. Escuchaba unos murmullos al lado de mi habitación. Yo estaba en la del medio. A cada lado se encontraba otro dormitorio, para cada pareja. Intrigado me levanté y salí al corredor, la habitación de la derecha tenía la puerta entreabierta. Los sonidos provenían de allí. Justo enfrente mío un ventanal me permitió ver a Philip a ...
    ... Robert durmiendo bajo el sol. Sin hacer ruido miré dentro de la habitación y quedé estupefacto. Allí estaba Melinda, acariciando muy suavemente a Marian, que estaba tendida en la cama. De rodillas Melinda la consolaba (Mirian lloraba dulcemente). Todo podría haber sido causado por alguna pelea entre las chicas y los maridos, pero Melinda estaba sin su sostén y mostraba a la tenue luz de la sala, sus magníficos pechos blancos. Melinda los acariciaba. Los besaba y le decía –no tengas miedo- vas a estar bien, mi palomita, voy a darte todo lo que quieras. Te quiero tanto. Luego le sacó la malla y quedó desnuda sobre las sábanas blancas. Yo seguí allí. Miraba aterrorizado a los dos maridos y volvía la vista a ese cuadro de extremada ternura. Melinda se desnudó y puede comprobar el pequeño vello rojizo que pudorosamente tapizaba apenas ese manjar profundo. Ambas se abrazaron. Melinda besó con mucha dulzura a su compañera y poco a poco llegó con su lengua entre las piernas de Marian. Un beso profundo, que seguramente rozaba una y otra vez el clítoris, hizo gemir y luego gritar a Marian. Sus piernas temblaban, toda ella se sacudía con frenesí y tuvo un orgasmo brutal. Con pasión acostó a Melinda, puso su sexo contra el de ella y ambas comenzaron un juego de subir y bajar, hasta que explotaron en un frenesí de placer. Yo volvía a mirar a los dos maridos. Las chicas volvieron otra vez a amarse, esta vez fue Marian quien bajó al sexo de su amiga y lo besó mientras ella misma se acariciaba el ...