1. Consulta ginecológica con mi hijastra


    Fecha: 26/07/2020, Categorías: Hetero Autor: Ulpidio_Vega, Fuente: CuentoRelatos

    Les aseguro que para los ginecólogos no hay nada más normal que una mujer con las piernas abiertas mostrando su vagina, resignándose a que las miremos las toquemos las penetremos con cualquier tipo de instrumento. He aprovechado en algunas ocasiones mi condición de médico para toquetear más de la cuenta cuando el caso lo ameritaba o percibía que, al menor roce, se excitaban y nada podían hacer para ocular la calentura.
    
    Más de una vez tuve sexo con alguna de mis pacientes, siempre con el debido consentimiento y siempre en una actitud de respuesta más que de iniciativa. Más de una vez también compré espejitos de colores y casi me denuncian por mal interpretar a una veterana que me pidió que le colocara un Diu seguro porque con tantos hombres con los que se acostaba no iba a tener la menor idea si, llegado el caso, la dejaran embarazada.
    
    Pensé que me estaba tirando onda y cuando le acaricié el pelo me cortó en seco: “Qué hacés pelotudo, vine a ponerme un Diu no a que te hagas lo rulos. No te denuncio porque es tu palabra contra la mía, pero sos un flor de pajero”.
    
    Estuve casado unos cuantos años. Nueve para ser preciso y me divorcié porque mi ex ya no se bancaba mis horarios y mis pocas ganas de coger con ella. Había conocido un par de pendejas en el hospital que de tanto en tanto me ponían la libido al día con unas buenas cogidas en la sala de guardia. La última aventura terminó mal: la mina quedó enganchada, me arañó toda la espalda y llamo a mi casa para “blanquear” ...
    ... la situación. Resultado: me divorcié con quilombo y división de bienes. Entre la calentura que tenía acumulada y el furor de Tinder, el año siguiente a la separación me la pasé cogiendo como si se terminara el mundo.
    
    Con la idea de sentar cabeza hace un año me animé a aceptar la invitación de convivencia de María, una vieja compañera de la facultad con la que siempre hubo buena cama y todo venía sobre ruedas hasta que apareció Yanina.
    
    Fue sorpresivo. Yo volvía de una guardia a las siete de la mañana y me estaba meando desde que salí del Hospital. Como tenía miedo de hacerme encima, durante el viaje me vine estimulando la pija para retrasar las ganas de orinar. Cuando entré a la casa estaba con un palo tremendo, con la pija afuera y encaré directo para el baño que habitualmente usaban las visitas. Entré con la pija al mango y me pare frente al inodoro con los ojos cerrados estimulando mi miembro como para poder mear de una buena vez.
    
    Habrían pasado 40 segundos y yo seguía con los ojos cerrados, una mano en la pared y la otra frotando suavemente el miembro para aflojar la erección. Cuando salió el primer chorro de orina me relaje y largué un gemido como esos que hago cuando estoy solo o cuando me masturbo. No percaté que en el baño estaba Yanina que acababa de bañarse y estaba con una toalla diminuta tratando de esconder sus enormes tetas. Era un hembrón de 29 años. Pelo ondulado, castaño claro, unos pómulos marcados hacían que todos sus rasgos fueran más sensuales y ...
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