1. EL CIELO EN MAR


    Fecha: 22/06/2020, Categorías: Intercambios Autor: vago82, Fuente: SexoSinTabues

    ... extendiendo el vaso vacío, el cual tomaste y junto con el tuyo llevaste hacia la mesa del comedor. Regresaste y te fuiste a sentar en sus piernas. “Así, mamita, me gusta que me obedezcas en todo”, dijo besando tu cara y de inmediato metió la mano bajo la bata y te acarició, sin ningún recato por mi presencia. “¡Lo que hace el alcohol, ya estás mojadísima y con los pezones duros!”, dijo cuando te abrió la bata de arriba para verte las tetas. Yo bajé la vista por si él se molestaba, justo en el momento en que volteó a mirarme. “Inge, mira que hermosa es mi mujer. ¿Por qué no quieres ver?”, preguntó levantando la voz. Levanté la cabeza, vi tu cara seria, pero expectante, y dije sí, es muy linda, te felicito. Apuré mi trago y dije, “creo que es hora de irme”. Lo dije en serio, a pesar de ver cómo esbozaste una sonrisa cuando di mi juicio, sabía que habría oportunidad otro día. Tú te levantaste y él trató de hacerlo también, pero cayó otra vez en el sillón. Permítame ayudarlo para llevarlo a su cama, te dije y lo tomamos entre los dos. “¡Desvísteme!, te gritó cuando estuvo sobre la cama. y tú lo obedeciste inmediatamente, quitándole la camisa y los pantalones. Momento que aproveché para tratar se salir de allí. “Espérate, quiero que veas cómo me mama mi mujer, para que te quede claro que yo no miento”, me dijo y me detuve. “Encuérate”, te gritó quitándote la bata de un tirón. Vi tus hermosas nalgas y ya no quise salir. “Mámamela”, te dijo bajándose la trusa como pudo. Obediente, ...
    ... y sin voltear hacia mí, te inclinaste para hacer la felación; Me quedé boquiabierto mirando tu culo y tu raja. Cuando movías la mano para masturbarlo, en tus nalgas ondeaban pequeñísimas olas bajo la piel y mi pene crecía. “Acércate para que veas bien, inge”, pidió. “Sí, quiero ver bien”, dije abriéndome la bragueta y saqué el pene bien duro. Resbalé la verga en tu mojada raja y me asomé por tu hombro juntando mi mejilla con la tuya al tiempo que te metía la verga. Detuviste el movimiento de tu mano para lanzar un quejido y tu marido protestó. “No te detengas mami, ya va a salir la lechita que tanto te gusta”, gritó. Tú se la mamaste hasta que se vino, moviendo las nalgas en círculo para llegar al orgasmo junto con tu marido. Yo no me atreví a tomarte de las chiches y me conformé con acariciar tu cintura. Sentí los espasmos de tu vagina en mi verga, tu venidas me parecían interminables y tu jugo seguía manando hasta escurrir en un delgado hilo viscoso. Tu marido gritaba porque no te contenías en la mamada y su esperma brotaba llenando tu boca hasta escurrirte por las comisuras. Caíste sobre él dejando mi palo desnudo, el cual no pudo ver tu marido porque estaba con los ojos cerrados disfrutando la mejor mamada que le hayas dado. Como pude, me lo metí. y dije “Sí que lo hace muy bien tu mujer, qué envidia”. Somnoliento, como si regresara de un viaje onírico, sin abrir los ojos dijo jadeante, tratando de tomar aire, “¡Está ha sido la mejor mamada…!”. “Sí, la mejor…”, repetiste ...
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