1. EL CIELO EN MAR


    Fecha: 22/06/2020, Categorías: Intercambios Autor: vago82, Fuente: SexoSinTabues

    ... la camioneta para regresársela al día siguiente. Una vez en el auto, le pregunté si quería que la siguiéramos. Él me dijo, “Sí, eres a todo dar y te invito a mi casa, pero antes pasamos a ver dónde conseguimos unas botellas”. De eso no hay que preocuparse, en la cajuela traigo algunas y también refrescos. Me dijo cómo llegar a su casa, lo hizo tan mal que si hubiera seguido sus instrucciones no hubiéramos llegado, lo bueno es que yo sí sabía cómo llegar. Le pregunté por qué no se había querido ir con alguna de las mujeres, ya que andaba muy caliente. “No, esas no quieren hacer lo que más me gusta, ya hemos estado con ellas, mejor lo hago con mi vieja”, contestó arrastrando las palabras. “¡Ah, caray! ¿Pues qué es lo que te gusta?”, pregunté. “¡Que me la mamen hasta venirme!”, contestó casi gritando a la vez que se agarraba el miembro por encima del pantalón y cerraba los ojos disfrutando alguna escena que seguro él imaginaba contigo. Me quedé callado y eché a andar el auto, mientras tu marido seguía sobándose. En el trayecto, caliente por el faje con Gloria, pero muy claro de lo que yo quería, imaginé tu rostro chupándome la verga y los huevos. Me atreví a preguntarle sobre ti. “Sí, tienes razón, algunas putas no quieren ni dar besos, sólo abren las piernas para que te las cojas y ya. ¡Qué bueno que tú sí tienes con quien hacer lo que te gusta!”, dije alegremente. “Sí, al rato la vas a conocer”, afirmó. “Oye, ahorita ya ha de estar dormida, mejor nos echamos la cubas sin ...
    ... despertar a nadie”, dije tratando de ser prudente. “No, ella y yo dormimos en la recámara de abajo, los niños en las de arriba y se sube por una escalera que está en el patio, ya que las construimos después. No se despiertan ni bajan, porque lo tienen prohibido”, me dijo e hizo un silencio breve antes de eructar. “Está prohibidísimo que bajen en la noche pues me gusta cogerme a mi vieja en la sala, en la cocina y hasta en la mesa del comedor”, confesó sin recato volviendo a sobarse el bultote. Al llegar, se bajó del auto tambaleante, yo saqué de la cajuela una botella de buen ron y un refresco de cola de dos litros. Entramos al pequeño jardín y tocó la ventana. Tú asomaste el rostro entre las cortinas casi en seguida. En ese momento él resbaló y tú te asustaste. Lo fui a levantar en tanto que encendiste la luz y tras de la cortina me pareció verte desnuda colocándote una bata. Ya de pie, nos acercamos a la puerta, la cual se abrió y apareciste tú, esplendorosa, sin nada más que la delgada bata y me ayudaste para que lo lleváramos al sillón. “¡Mira cómo vienes!”, le dijiste cuando lo ayudábamos a sentar. “Gracias por traerlo, adiós y buenas noches” me dijiste dándote cuenta que admiraba tus encantos que se traslucían sobre la prenda y se te sonrojó la cara. “No, él es mi amigo y lo invité a mi casa. ayúdale a abrir las botellas, pero ya!”, gritó arrastrando las palabras. Fuiste a la cocina para traer unos vasos. “¿Tiene hielos?”, pregunté. Sí, dijiste volviéndote a meter en la ...
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